Esta es una historia yoruba (pataki) de Ejiogbe como divinidad, donde Orí, la cabeza espiritual que dirige nuestro destino, se convierte en Rey de nuestro cuerpo.
Y es que al principio de la creación todas las deidades se crearon sin cabeza, de hecho, la cabeza era una de esas deidades que vivía aparte del cuerpo y gracias al significativo trabajo realizado por Ejiogbe en el cielo hoy está ligada permanentemente a nosotros, guiándonos cada día.
Historia Yoruba de Orí como divinidad donde el cuerpo se une
El Awo Eba Ono vivía en el cielo y se llamaba Amure.
Un día invita el adivino Orunmila a Amure, para que este hiciese una adivinación para él y así buscar la forma de que las Divinidades estuvieran físicamente completas.
Amure comienza a consultar a Orunmila y le pide ponga los brazos hacia arriba juntando las palmas de sus manos y que fuera frotándolas al rezar para tener cabeza.
Hace el Awo la adivinación a Orunmila y le dice que tiene que hacer ebbó con una cazuela de barro, jabón, cuatro nueces de kolá y una esponja.
En consulta el sacerdote de Ifá le especifica que las nueces no las puede partir, que debe guardarlas en un lugar que sea sagrado porque alguien iría más tarde a partir esas nueces.
Orula hace ebbó para que las divinidades estuvieran completas
La divinidad de la cabeza, Orí, también invita a Amure para que le haga adivinación y este le dice que debe ofrendar a su ángel de la guarda cuatro nueces de kolá y hasta que no lo cumplimentara no iba a prosperar.
La cabeza queda contrariada, porque ella no podía pagar cuatro nueces de kolá.
Orunmila por su parte hace ebbó y deja las cuatro nueces de kolá en un lugar sagrado de Ifá.
Eshú entonces comunica al cielo que Orunmila tenía guardadas cuatro nueces de kolá y que esperaba por una deidad que fuese a partirlas.
Comenzaron a ir donde Orunmila todas las deidades, pero este las aleja diciéndoles que ninguna de ellas tenía la fuerza para partir aquellas nueces.
Y así, todas las deidades se sintieron ofendidas y se fueron.
Incluso el hijo de Dios Orishanla lo visitó, le rindió pleitesía y le regaló unas hermosas y grandes nueces, pero también marchó, porque Orunmila le dijo que él tampoco era el señalado para partir las nueces.
La única deidad que no había ido a ver a Orunmila era Orí y esta decide ir a verle.
Orí llega hasta los pies de Orula y parte las nueces
Va rodando Orí hasta casa de Orunmila, y cuando este le ve sale y lo carga.
Entra a la casa llena de agua la cazuela de barro, toma la esponja, el jabón y comienza a lavar a Orí.
Seca a Orí y lo lleva al lugar sagrado de Ifá donde tiene guardadas las nueces de kolá y le pide a este las rompa.
Agradecido por el gesto de Orunmila, comienza Orí a rezar con las nueces de kolá en sus manos por Orula para que todo lo que hiciera se cumpliera y manifestara.
También reza por él mismo para que le ofreciesen un lugar para vivir por siempre.
Terminando de orar rueda Orí hacia atrás y parte las nueces de forma tan estrepitante que se escuchó en el cielo.
Cuando las demás deidades escucharon aquel estruendo se dieron cuenta que las nueces habían sido partidas y se sintieron intrigados por saber quién había sido.
Pero no tardaron tanto en saber quién lo había hecho porque Eshú comunicó a todos que Orí había sido la deidad escogida para partir las nueces.
Gracias a Orunmila se cumple la vital unión del cuerpo
Sin demora todas las partes del cuerpo que anteriormente estaban individualizadas deciden unirse y seguir a la cabeza.
Entonces se dirigen a casa de Orunmila y allí determinan llevar a Orí como cabeza.
Por el rol asumido de Orunmila en esta importante y vital unión, hoy por hoy para rendirle respeto se toca el suelo con la cabeza en señal de veneración.
A partir de ese vínculo se convierte Orí en el Rey del cuerpo, y es quién lo lleva y dirige.