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Conjunto Folklórico Nacional: El antes y el ahora de una compañía de 60 años

Aniversario Conjunto Folklórico Nacional

La celebración de seis décadas compromete su historia a una mayor defensa de las tradiciones de origen hispánico, africano y de otras regiones de América Latina y el Caribe.

Un viaje al año 1962 sirve ubicar la fecha del surgimiento del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, y así mismo para la recordación de sus padres fundadores: el folklorista cubano Rogelio Martínez Furé y el coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes Cortés.

Entonces no existía agrupación alguna en el país donde se representaran las más raigales manifestaciones danzarias y musicales del país. Inicia así un camino de incertidumbres, pero con un espíritu de emprendimiento a favor del desarrollo las tradiciones cubanas.

Santiago Alfonso
En la Foto: Santiago Alfonso

El coreógrafo y bailarín Santiago Alfonso, recuerda cómo la agrupación perfiló una proyección diferente a la del Conjunto de Danza Moderna, liderado por el maestro Ramiro Guerra. No obstante, ambas tuvieron aspectos históricos en común. “Para los bailarines negros significó la aceptación dentro de esa manifestación del arte. La presencia no solo racial, sino también estética… cultural”.

“Hubo pensamientos racistas, cuestionamientos de si hombres y mujeres de pieles oscuras podían elevar sus expresiones culturales al gran arte; pero mediante el trabajo sostenido los integrantes de Folklórico pusieron ante los ojos del pueblo y los criterios de la crítica todos los valores de lo que defendían”, asegura.

Así consolidaron un estilo en pos de la teatralización de las raíces populares y el reflejo del sincretismo de lo hispánico, africano y de regiones de América Latina y el Caribe. A la vez, la música asumió esos mismos principios dentro de la compañía. El son, el mambo, el danzón, los géneros campesinos y la rumba complementaron el sentido de cubanía de la agrupación, aunque enfatizaron los ritmos y cantos de las culturas trasplantadas a América como la africana.

A lo largo de su devenir gente de pueblo conformaron los elencos. Ellos mismos asumieron los roles de formadores de los más jóvenes u organizadores de los primeros espectáculos donde se mostraban creaciones que mostraban elementos e historias provenientes de sus raíces y hasta relacionadas con lo más genuino de una filosofía religiosa.

La memoria de muchos en Cuba y el mundo alcanza las obras Cautivos, Alafin de Oyó y Rumbas y Comparsas, Ciclos Arará, Ciclo Yoruba, Rumba de los Muertos, Tríptico oriental, Dahomeño, Eshu, Oriki a Obatalá, Obatereo, Tumba Francesa, Abakuá, Gagá y Rumberos por solo citar algunos títulos, pues hasta más de 80 países de todos los continentes han llegado las actuaciones del Folklórico de Cuba.

“Entre los 56 miembros del inicio del grupo había conocedores de manifestaciones como la Yoruba, Congo, Abakuá y Rumba. Aportaron experiencias, saberes y vivencias Rogelio Martínez Furé, Zenaida Armenteros, Silvina Fabars, además de otras primeras figuras”, reconoce el actual Director del Conjunto Folklórico Nacional, Manolo Micler.

En la foto: Leyván García

El sincretismo adquirió otras formas en el baile, pero es sagrado el respeto al legado de padres y abuelos, afirma el coreógrafo Leyván García, un joven que también apuesta por las renovaciones.

“Es fundamental tener claro que estoy defendiendo mi identidad y la de mis antepasados. Pero no me gusta escuchar que el folclor sigue siendo lo mismo. Por eso, he tenido que ir atrás a la tradición. Allí está la base de todo, pero antes me obligo a entender qué pasa en la calle, qué disfruta y vive hoy el pueblo para a partir de las exigencias teatrales de estos tiempos enriquecer el patrimonio y la herencia”.

Según dijera Fernando Ortiz: “el conjunto Folklórico Nacional es un río de aguas siempre renovadas, fiel a sus fuentes primigenias, pero también abierto a la bullente vida”.

A las puertas de sus 60 años, presume en su lista de premios y reconocimientos los siguientes lauros: el Tonel de Oro y el Collar de Plata, otorgado por el Festival de la ciudad de Dijón, Francia; el Templo de Oro, del Festival El Almendro en Flor de Agrigento, Italia; la Bandeja de Plata, del Festival de Birmingham, Gran Bretaña; Irsuta de Oro, del Festival de Danza de Arequipa, Perú; y el Premio Internacional Fernando Ortiz en 2007, entre otros.

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