Relatan los primeros yorubas que el día era superior a la noche, pues el hombre realizaba durante su reinado un mayor número de actividades.
Historia Yoruba sobre el día y la noche:
Las personas despertaban con su llegada, las plazas y mercados se abarrotaban de gente y todo era bullicio y alegría.
Mientras que la noche era muy tranquila, la mayoría de los seres humanos dormían y los que se encontraban despiertos temían a salir de sus casas por encontrarse a esas horas desoladas las calles del pueblo.
Reinaba la quietud y la nostalgia por los que no están, que se hacía más marcada en el silencio y la oscuridad.
Producto a esto comenzó una rivalidad evidente entre el día y la noche.
El plan para someter a la noche bajo el poder del día…
La lechuza era la mensajera del día, pues a esta le confiaba todos sus secretos y la hacía responsable de surcar el cielo para entregar sus recados a los hombres.
El mono era el confidente de la lechuza, cierto día este requirió de la ayuda de la lechuza, para juntos despojar a la luna de su luz y así someter a la noche bajo el poder del día, pues de una forma u otra todos los astros respondían ante él menos la luna, quien se debía a la noche.
El día pidió que la lechuza le entregara personalmente una carta a la luna en la que la invitaba a participar de un gran festín, la que poseía un hechizo elaborado por el mono, que cegaría la luz de la luna completamente.
La tiñosa quien se había enterado de los macabros planes tras la indiscreción del mono y la lechuza, habló con el sol para que no cediera ante los engaños del día e impidiera que la luna se viese afectada.
¡Un pacto para compartir el inmenso cielo!
El Sol acudió ante el día y le habló de la traición de la lechuza, tiempo después el día convocó a la lechuza a quien hizo leer la carta, esta tras ejecutar el acto quedó ciega y el día entonces le dijo que este sería el castigo por su indiscreción por lo que vería solo durante la noche.
El mono al ver afectada a su amiga quedó sin habla en reproche de sus actos.
De esta forma la luna salió ilesa gracias al sol con el que estableció el pacto de compartir el cielo durante el día y posteriormente la noche, quedando zanjada la querella entre ambos horarios.