Shangó, el Orisha dueño del rayo fue un hombre de mundo, pues debido a sus grandes dotes bélicas recorrió los siete continentes librando batallas y llevando los pueblos a la victoria y al alcance de su libertad.
En sus andanzas visitó un pequeño pueblo que se encontraba apartado y casi en penumbras, no se escuchaban voces, nadie caminaba por la calle ni siquiera los niños jugaban en los jardines.
A lo lejos divisó unos nativos quienes se acercaban hacia el cómo embobados, sumidos en un profundo trance que no parecía tener fin.
Shangó les realizaba preguntas siendo sus respuestas lentas y tropezosas, como si para ejecutarlas requirieran un esfuerzo sobrehumano en la elaboración de las ideas y en el posterior procesamiento del pensamiento.
Shangó visita al rey
Kawó Silé impresionado por tal situación decidió hallar una explicación convincente para tal catástrofe, exigiendo una entrevista inmediata con el rey, pues el guerrero creía que nadie mejor que la autoridad poseía la potestad y el conocimiento para informarle sobre los hechos que acontecían en sus dominios.
Tanta fue la insistencia del Orisha que acabó por presentarse ante Aggayú Solá quien lo recibió en su palacio en son de paz y con los brazos abiertos.
El monarca preguntó al rey que había que hacer para pertenecer a su corte, este le explicó que debía ser consagrada su energía sobre la leri (cabeza) de sus súbditos para de esta forma fortalecerlos e irradiarlos con su fornido temple.
El pacto: Tú reinarás sobre los hombros del santero y yo custodiaré su cabeza.
Shangó que se había percatado de la situación en que se encontraban los ciudadanos explicó al rey que esta ceremonia de consagración debía detenerse, pues la energía vital que poseía el Orisha rey era tan avasalladora que provocaba dislocaciones en el pensamiento y acción de los que se consagraban en dicho ritual.
El rey en un principio no podía aceptar la realidad de los hechos pues el único objetivo que este perseguía con el ritual era fortalecer a sus hijos, por lo que ambas deidades establecieron el pacto de que Shangó iría a la cabeza para irradiar la leri de los consagrados, al ser Aggayú un santo muy poderoso, este se coronaría en los hombros como ancla de asiento sobre el plano terrestre.
Desde ese día el pacto fue sellado y respetado, por este motivo todo hijo de Aggayú le debe obediencia y veneración a Kawó Silé, lo mismo ocurre a la inversa.