Relata el pataki nacido en el signo de Ifá Ogbe Ojuani que existió una vez un rey que ambicionaba poseer la mayor fortuna del mundo por lo que casi no tenía gastos.
Este era un hombre resabioso y solitario, que solía pasar el tiempo libre contando su tesoro y alimentando a sus eya osun, peces conocidos actualmente como biajacas, a los cuales les guardaba cierto cariño.
Pataki de Ogbe Ojuani donde el Rey no hace ebbó y Elegguá consigue lo que desea
Elegguá en ese tiempo había decidido dar un recorrido por varias tierras observando la vida y posesiones de todos sus hijos, buscando de una sutil forma obtener para sí lo que pudiese llamarle la atención sin importar su costo o significado.
El anciano monarca rutinariamente se consultaba con Orunmila y este lo iba orientando en cuanto a la forma de superar las encrucijadas del destino.
En esta ocasión el oráculo le había marcado la realización de un ebbó, ceremonia que se llevaría a cabo con el fin de ayudarlo a prosperar y libarlo de trampas futuras que pudiesen ponerle en su camino.
Orula marca ebbó y el Rey ignora su sagrada palabra de salvación
Como el rey lo consideraba innecesario no se lo realizó, pues se sentía seguro que nadie podría perjudicarlo.
Esa misma tarde hizo su entrada en el reino el Orisha dueño de todos los caminos, el cual fue acogido en el palacio real rodeado de muchos lujos y riquezas.
Eshú al hacer su entrada quedó impresionado con las biajacas, pues nunca las había comido y como sabía que el rey les tenía cariño tuvo que idear un plan que lo ayudase a conseguirlas.
Eleguá arma un engaño y deja al Rey en la desgracia
En la noche cuando todos dormían Elegguá prendió fuego al palacio, este disimulando su culpa comenzó a llamar todos sus moradores alertando que se había desatado un incendio.
Las llamas eran muy altas y no había forma de aplacarlas, pues el palacio entero había sido construido con madera.
En pocas horas el castillo del rey quedó devastado por completo.
Al verse este en la ruina y sin más posesiones que la ropa que traía puesta Eshú le ofreció un morral lleno de monedas de oro y piedras preciosas a cambio de que le diera las biajacas.
Petición que fue un poco difícil de aceptar para el monarca, pero como este era tan ambicioso accedió a sellar el trato al verse tentado por el suculento tesoro de Elegguá.
Siendo así que Eshú sació su curiosidad y comió biajaca por primera vez.