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Recuerda: «El robo es un acto indigno dentro de la Religión Yoruba»

Ogbe Iwori pataki

El robo es un acto indigno dentro de la Religión Yoruba ya que esta acción es considerada ilegal y perjudicial para otros.

Se reconoce como a un buen religioso a aquel ser humano íntegro que se esfuerza para mejorar día a día empleando sus propios recursos.

La religión afrocubana no es la única que repudia este acto pues la acción de robar es considerada como uno de los siete pecados capitales dentro de las sagradas escrituras pertenecientes a la biblia.

Pecado que recibe el castigo de Dios de forma espiritual y el peso de la justicia en el mundo de los hombres.

Ogbe Iwori: Con la soga se atrapó a los ladrones.

Relata uno de los pataki pertenecientes al signo Ogbe Iwori que en cierto reino existía una ciudad en la que al caer la noche era saqueada la plaza y sus comercios.

Los forajidos ladrones no dejaban rastro de sus actos, más las pérdidas cuantificadas al día siguiente eran sumamente significativas para los encargados de los negocios.

Muchos de ellos ya se habían visto en la necesidad de cerrar sus auspicios pues las deudas que contraían eran mayores que sus ganancias, condenándose de esta forma a muchas familias a pasar hambre y necesidades.

El Rey visita al adivino Orula para buscar una solución

El rey cansado de esta situación trató de hallar una estrategia que le permitiese encontrar a los responsables de estos actos, para de esta forma aplicarles el castigo correspondiente por sus crímenes.

Por lo que acudió a la casa de Orumila el gran adivino de Ifá para que lo ayudase en la empresa que necesitaba desarrollar.

Una vez en casa de Orula, el rey fue consultado, donde el adivino indicó la necesidad de realizar una consagración sobre dos sogas, por lo que resultaba indispensable el facilitarle al Orisha el material solicitado cuanto antes.

El ebbó y las dos sogas encantadas atraparon a los culpables

La noche en la que el ebbó estuvo listo el rey mandó a cerrar la ciudad indicando a sus súbditos el no salir de casa durante la madrugada con el fin de poder atrapar a los criminales.

Al caer el sol nadie salió de su casa y llegada la media noche se escucharon pasos acercándose a la plaza.

Los criminales que irrumpían diariamente en el mercado se sentían confiados del acto que iban a desarrollar por lo que no tomaron ninguna precaución.

Al acercarse a los puestos las dos sogas encantadas cayeron sobre su cuello y al día siguiente todo el pueblo supo que el toro y la vaca eran los culpables de tales actos delictivos y desde ese día como castigo vivieron amarrados por la soga.

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