Es Yemú, el camino de la diosa del mar, Yemayá, que otorga la mar en calma. Se dice que en este camino ella es Oduduwa en su versión femenina.
En este avatar nace la verdadera corona de Yemayá, Yemú es la Orisha guerrera, que lucha por cumplir los mandatos del Creador Olofin para que reine la paz en la tierra. Es ella quien otorga la vida mediante el caudal de sus aguas.
Y fue ella la salvadora, quien ayudó a extinguir el fuego que una vez reinó sobre toda la superficie de la Tierra, haciéndola inhabitable.
Pataki: Olofin, Yemú y el fuego
Cuenta este patakí que, al inicio del mundo, la Tierra era una gran masa incandescente y Olofin mismo sintió tanto calor que envió a Yemú a luchar por apagar el fuego con los caudales de sus aguas.
Yemú accedió a cumplir la orden del creador y llamó a las poderosas fuerzas de las aguas para combatir. Tras largos días de trabajo, Yemu estaba extenuada, pero había logrado su cometido y el fuego había desaparecido de la superficie de la Tierra.
Surgimiento de ríos y mares
Tanta fue el agua que usó Yemú para eliminar el fuego, que los caudales corrían de los lugares más elevados a los más bajos. Tan largo fue el camino que atravesó el dulce líquido, que cuando llegaba a su destino se tornaba salado.
Así, los caudales más cortos se transformaron en ríos y lagos y se mantuvieron dulces, mientras que los más largos se volvieron mares y estuvieron plenos de sal.
Nacimiento de los volcanes
Oroíña, el fuego, había quedado preso en el centro del planeta. Yemu lo había empujado hacia allí para que no pudiera causar más desastres y la Tierra pudiera cobrar vida.
Pero el fuego no estaba conforme con su destino y pidió ver a Olofin para que le diera otros lugares a los que extenderse.
Entonces el Creador le reprochó su actitud anterior, y con su bondad y sabiduría habituales le dijo que estaba pagando su culpa por querer arrasar su más bella creación.
- “Pero para que nadie te olvide, cada cierto tiempo te prestaré la loma y por ella dejarás oír tu voz y mostrarás tu descendencia”, le aseguró.
Así surgieron los volcanes y su peligrosa lava que en varias ocasiones han arrasado múltiples territorios.
Por eso, cuando menos lo esperamos, un volcán hace erupción y corre la lava en medio de un intenso ruido, que según cuenta la leyenda, son las voces de Oroíña, el fuego, y Aggayú Solá, su hijo, que disfrutan mientras devoran los sembrados y se adueñan de la sabana.