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La poesía afrocubana: una historia de arte y lucha

Poesía afrocubana

La poesía afrocubana lleva inmersos los matices de una ideología que reverbera lucha, tradición y añoranza por las raíces que unen a Cuba y a África.

Son cantares llenos de vibrante energía, que usan vocablos y expresiones de la tierra africana y que hoy, son parte del argot popular isleño.

El primer poeta afrocubano del que se tiene noticia en Cuba fue el bayamés Manuel del Socorro Rodríguez, quien por 1788 escribió el Elogio de Carlos III, en prosa, y el de los Príncipes de Asturias, en verso.

También la poesía afrocubana en sus inicios, reconoce la figura de Juana Pastor, de la cual se conservan unas décimas y un soneto, escritos en 1815.

Así, esclavos y hombres libres del siglo XIX llenaron la Isla del canto folklórico africano, himnos y odas a sus dioses, entonados en una mezcla de español y dialectos africanos.

Poesía negra, poesía afrocubana

La poesía afrocubana trae, por tanto, una fusión de razas en lo artístico. Entre sus principales exponentes está la «Balada del Güije», de Guillen, y la «Elegía de María Belén Chacón», de Ballagas.

La rima de esta modalidad literaria no necesita precisamente estar escrita en jerga africanoide, sino destacar esos elementos que los esclavos africanos trajeron para quedarse en Cuba.

La mística, los ritmos y las puras emociones afrocubanas son características implícitas en cada verso, además de las onomatopeyas que imitan cualquier sonido musical, como los tambores, las carcajadas o incluso el sonido de los animales.

Versos repletos de emociones

El antropólogo Fernando Ortiz, fue uno de los principales investigadores de la poesía afrocubana y explicaba en sus notas, su permanencia en la cultura y la ideología cubanas.

Esta modalidad literaria se ha adaptado incluso a las comparsas habaneras y a todo tipo de música popular cubana.

Y no podemos dejar de reconocer como uno de los principales exponentes de este género, al poeta Nicolás Guillén.

Los versos de Guillén están repletos del misticismo típico de la cultura afrocubana y su lenguaje recuerda los sonidos y coloquialismos propios de la bella África y de la cultura criolla de Cuba.

Balada del Güije de Nicolás Guillén:

¡Ñeque, que se vaya el ñeque!
¡Güije, que se vaya el güije!
 
Las turbias aguas del río
son hondas y tienen muertos;
carapachos de tortuga,
cabezas de niños negros.
De noche saca sus brazos
el río, y rasga el silencio
con sus uñas, que son uñas
de cocodrilo frenético.
Bajo el grito de los astros,
bajo una luna de incendio,
ladra el río entre las piedras
y con invisibles dedos,
sacude el arco del puente
y estrangula a los viajeros.
 
¡Ñeque, que se vaya el ñeque!
¡Güije, que se vaya el güije!
 
Enanos de ombligo enorme
pueblan las aguas inquietas;
sus cortas piernas, torcidas;
sus largas orejas, rectas.
¡Ah, que se comen mi niño,
de carnes puras y negras,
y que le beben la sangre,
y que le chupan las venas,
y que le cierran los ojos,
los grandes ojos de perlas!
¡Huye, que el coco te mata,
huye antes que el coco venga!
mi chiquitín, chiquitón,
que tu collar te proteja...
 
¡Ñeque, que se vaya el ñeque!
¡Güije, que se vaya el güije!
 
Pero Changó no lo quiso.
Salió del agua una mano
para arrastrarlo... era un güije.
Le abrió en dos tapas el cráneo,
le apagó los grandes ojos,
le arrancó los dientes blancos,
e hizo un nudo con las piernas
y otro nudo con los brazos.
 
Mi chiquitín, chiquitón,
sonrisa de gordos labios,
con el fondo de tu río
está mi pena soñando,
y con tus venitas secas
y tu corazón mojado...
¡Ñeque, que se vaya el ñeque!
¡Güije, que se vaya el güije!
¡Ah, chiquitín, chiquitón,
pasó lo que yo te dije!

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