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Dice Ifá: Tarde o temprano las personas malas «reciben su merecido»

Eleguá en Ogbe Obara

Eleggúa el Orisha protector de los caminos tenía un amigo al que confiaba todos sus secretos, este lo acompañaba a todos los sitios donde Eshú visitara.

Y en cierta ocasión movido por los celos y la envidia decidió traicionar su confianza de la forma más ruin y mezquina que existe, hecho que enfureció y entristeció a Elegguá al mismo tiempo.

Pataki ¿Por qué Ogbe Obara es un Ifá de traición?

Tiempo después Elegguá supo que su antiguo amigo había partido hacia otro pueblo y como Eshú deseaba vengarse de él fue en su encuentro para ajustar cuentas y de esta forma echarle en cara el tipo de persona que era.

Por lo que tomó unas cuantas pertenencias, y la comida necesaria para emprender el recorrido, antes de salir cambió su atuendo por la ropa de un mendigo.

Por el camino Elegguá se topó con Kawó Silé y Orunmila sin saber que eran ellos, pues estos también iban disfrazados.

En un momento en que los tres extraños detuvieron su curso para alimentarse y reponer fuerzas, estos sin preguntar nada le aconsejaron Elegguá que regresara a su pueblo natal pues la persona que estaba buscando ya no se encontraba en este mundo.

Eleguá ignoró el consejo y continuó buscando al traidor

Elegguá hizo oídos sordos al consejo y siguió su camino al pueblo donde se encontraba el traidor.

Pasando por un entronque que tomaba dos rumbos, Eshú cogió hacia la izquierda y los otros Orishas el camino opuesto.

Cuando Elegguá llegó a su destino preguntó en el pueblo a varias personas por él y nadie le dijo nada al respecto.

Hasta que se topó con otros hombres quienes le dijeron que el joven al que buscaba había fallecido en una riña por parte de una traición.

Una gran enseñanza: Confiemos en la Justicia Divina «en esta vida el mal se paga»

Entonces Elegguá se retiró pensando que ya el traidor había pagado con su vida por sus actos y como no tenía nada más que hacer ahí se retiró hacia su casa.

De camino pensó en la advertencia que los dos extraños le habían hecho y que por terquedad él no había querido escuchar.

Comprendió entonces que la justicia divina le había saldado las cuentas y que las personas malas tarde o temprano reciben su merecido a manos de alguien más.

Por lo que no vale la pena ensuciarse las manos por quien no tiene remedio.

Supo que si hubiese escuchado consejos se habría ahorrado el viaje, entonces concluyó sabiendo que al pasado es mejor dejarlo ir.

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