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2 Pataki que demuestran que Orula siempre vence a Ikú «la Muerte»

Pataki de Orula y la muerte

Ikú es la manifestación del Panteón Yoruba de la muerte misma, que tiene la apariencia del esqueleto de un hombre o vestido de negro que camina fuera de la casa en busca de un pequeño orificio por el que penetrar para llevarse las almas del plano terrenal.

Pero la única deidad que pactó con Ikú fue el adivino Orula y le mandó a respetar a sus hijos a través del Collar de Orula e Ildé.

Orunmila posee tanto poder que a través de su oráculo puede encontrar el mejor destino para cualquier obstáculo. Varias son las leyendas que demuestran que Orula siempre vence a Ikú y lo controla para que no pueda llevarse almas sin razón.

Pataki: Orula, la muerte y la hija de Olofin

Cuenta este patakí, que Olofin quería casar a su hija y estaba indeciso entre los dos pretendientes que se presentaron: Orula e Ikú.

Por ello, ideó una prueba para saber quién debía ser el esposo de su hija, y les dijo a ambos que el que le trajera 101 cabezas en un saco, sería el elegido para obtener la mano de su hija.

Orula sin perder tiempo, consultó con su tablero y le salió que debía hacer rogación con akukó (gallo), igüí, babosas, quimbombó y seis cascabeles y llevarlo todo por la noche a una encrucijada.

Así que en la noche salió Orula para depositar el paquete en el lugar indicado, y en la oscuridad no notó que Ikú venía por uno de los caminos con un saco al hombro, en la ardua faena de completar su carga.

Al escuchar el ruido de los cascabeles, Ikú se asustó tanto que cayó muerto.

Orula, acudió curioso a ver qué sucedía y con sorpresa encontró a Ikú muerto en el piso y cien cabezas en el saco a su lado.

Aprovechó la oportunidad y sumó la cabeza de Ikú para completar las 101 y fue a casa de Olofin a entregarlas, para así poder casarse con la joven hija del Creador.

Pataki: Orula le gana a Ikú el trono

Cuentan que Olofin estaba ya viejo y muy cansado y decidió un día abandonar las cuestiones del mundo y dejarlas bajo el mando de un buen sucesor.

Así, llamó a Orula y a Ikú a ver cuál de ellos podía elegir para sucederlo y les explicó que para ello los debía someter a una prueba.

  • “El que soporte tres días de ayuno demostrará que es capaz de sustituirme”, les dijo.

Ikú y Orula decidieron enfrentar la prueba y se fueron del palacio de Olofin, dispuestos a permanecer tres días sin probar bocado, pero al segundo día Eleguá el dueño de los caminos se apareció en casa de Orula y le pidió algo de comer.

El adivino accedió y comenzó a prepararle un akukó a Eleguá, pero fue tanto su apetito que casi sin pensarlo mató una adié (gallina) y la cocinó para él.

Luego de comer todo lo que quisieron, Orula y Elegguá se quedaron dormidos, aunque limpiaron bien los calderos para que nunca se supiera nada.

Aprovechando el sueño de su contrincante, Ikú llegó a casa de Orula y comenzó a registrar la cocina, para encontrar pruebas que le dieran el puesto de sucesor de Olofin.

También registró en la basura, pero no pudo encontrar ningún rastro de lo que había sucedido.

Finalmente, Ikú se puso a registrar en el patio y como vio la tierra removida, escarbó hasta que encontró los huesos de la adié y del akukó y tanta era su hambre que no pudo evitarlo y comenzó a roerlos.

Elegguá que todo lo ve, aprovechó y salió al patio diciendo:

  • “¡Ikú, así te quería agarrar! Ahora se lo voy a contar todo a Olofin”.

Nuevamente, Orula ganó a Ikú.

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