En el lejano territorio de Añagui reinaba Okuboro, un hombre justo y digno, gracias a su mandato el pueblo alcanzó gran prosperidad y desenvolvimiento económico dado por el desarrollo del comercio terrestre y marítimo.
Elegguá era el príncipe de Añagui y único hijo del rey Okuboro.
Cierto día mientras realizaba un paseo por el reino divisó a lo lejos una esfera que poseía tres agujeros destellantes, invadido por la curiosidad recurrió a su encuentro.
Pataki: Surgimiento de Elegguá como Orisha
Una vez se halló frente a frente del brillante objeto pudo discernir que se trataba de un coco seco, el que tomó entre sus manos y llevó al palacio real para mostrárselo a sus padres y contarles lo ocurrido y el motivo de por qué este coco era especial.
Al pasar del tiempo y al surgir nuevas motivaciones, el coco fue quedando en el olvido, solo y en la oscuridad de una habitación recibió refugio en una esquina polvorienta de los aposentos reales.
En una ocasión mientras la servidumbre realizaba las tareas de limpieza se asombraron al divisar nuevamente el destello que brotaba de los agujeros del coco, pasados tres días de este suceso el joven Elegguá falleció de forma súbita.
No tardó mucho tiempo en que el rumor de la muerte del príncipe y de su relación con el coco llegaran a oídos de todos, por lo que el pueblo comenzó a dejar a un lado la singular fruta invadidos por la incertidumbre y el temor.
La representación de Eshú Eleguá
Tiempo después el pueblo comenzó a sufrir desgracias y precariedades, al percatarse los sabios de la comarca de lo sucedido comenzaron a analizar este asunto con el fin de lograr hallar una solución para tantos problemas, llegándose a la conclusión que los conflictos estaban relacionados con el abandono del coco, quien por el paso del tiempo se había vuelto seco y hueco.
Los ancianos acordaron crear a partir de una piedra, una representación imperecedera que superara el tiempo de vida del coco.
Para esto, tomaron la imagen del finado descendiente real a modo de realizarle un homenaje, también se acordó que esta nueva forma tomaría el nombre del monarca nombrándose Eleggúa, decidiéndose que moraría detrás de la puerta de la casa, así todo el que entrara o saliera de la vivienda tendría que pedirle la bendición y atenderlo como es debido.
A raíz de la materialización de Eshú, nombre bajo el que se conoce también a Elegguá la región de Añagui vivió años prósperos y tranquilos donde solo tuvo que lamentarse la pérdida humana de ancianos producto a la enfermedad y el designio de Olofin.
Debido a este hecho se comenzó a adorar a Elegguá como Orisha, desde ese día es el primero en comer y en ser atendido en todas las casas religiosas de Cuba y del mundo, este santo pasó a ser una de las deidades más veneradas del Panteón Yoruba.
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