Muchas veces hemos escuchado sobre el agua bendita y su inmenso significado espiritual.
Siempre hemos sido testigos de sus facultades para purificar, para limpiar, para proteger. Y es que son incontables las propiedades de esta agua ancestral.
El agua bendita es aquella consagrada por un sacerdote de la iglesia que queda bendecida cuando el ministro trace sobre ella la señal de la cruz con la intención de bendecirla, usualmente utilizando una oración del bendicional.
Así, una vez que el agua es consagrada debe ser tratada con sumo respeto, pues lleva la protección de Dios.
Debemos aclarar, que el agua bendita solo puede ser consagrada por alguien que tenga unas creencias muy profundas en la validez del acto de la consagración y de las prácticas religiosas del catolicismo u otras religiones que realicen esta ceremonia.
Incluso se dice que, hasta que un consejero cristiano no esté totalmente convencido de que tiene el derecho moral para consagrar el agua, deberá obtener su agua bendita de otra persona de la Iglesia que sí esté preparada para ello.
Agua bendita, purificación y protección contra lo malo ¿Cómo nació esta tradición?
El uso del agua bendita es sumamente antiguo, prácticamente una tradición de la Iglesia católica.
Las Constituciones Apostólicas, cuya redacción se remonta a cerca del año 400, le atribuyen la creación y primeros usos del agua bendita al apóstol San Mateo.
Se supone que los primeros tiempos cristianos usaban el agua con propósitos expiatorios y purificadores.
Sin embargo, el elemento natural usado para el sacramento del bautismo era agua fluyente, de río o mar, y no podía recibir la misma bendición que la que se daba en los baptisterios.
- Los baptisterios son la zona en el interior de una iglesia donde se encuentra la pila bautismal y tiene lugar la ceremonia del bautismo.
La historia refleja que el “testamentum Domini”, una composición siríaca que data del siglo V o VI, contiene una bendición para el aceite y el agua durante la Misa, considerándola ya, agua bendita.
Así se rezaba:
“Bendecimos estas criaturas en el Nombre de Jesucristo, tu único Hijo; invocamos sobre esta agua y este aceite el Nombre de Aquél que sufrió, que fue crucificado, que resucitó de entre los muertos y que está sentado a la derecha del Padre.
Concede a estas criaturas el poder de sanar; que todas las fiebres, todos los malos espíritus y todas las dolencias huyan de quien tome esta bebida o sea ungido con ella, y que sea un remedio en el Nombre de Jesucristo, tu único Hijo.”
Ya para el siglo IV varios autores escribieron sobre el uso del agua santificada por la bendición litúrgica que mencionamos anteriormente o por la bendición individual de alguna persona santa.
Se usaba para bautizar a todo aquel que comenzaba en la religión.
Tradiciones religiosas que han perdurado hasta nuestros días…
Por aquellos tiempos, muchas personas que seguían la religión, creían que el agua bendita poseía propiedades curativas para el tratamiento de ciertas enfermedades.
Por ello esta agua se conservaba cuidadosamente durante todo el año y se le consideraba libre de toda corrupción y de toda mala energía.
Como el bautismo se realizaba con agua bendita, muchas personas acudían a estos rituales con vasijas para llevarse el agua, algunos la mantenían en sus casas y la utilizaban para bañarse, otros regaban sus campos, viñedos y jardines con ella.
Sin embargo, el agua bautismal no era la única agua bendita.
Muchas veces se colocaba en la entrada de las iglesias cristianas, para que un clérigo rociara a los fieles cuando entraban a misa.
Este proceso se conoce como hydrokometes o “introductor por agua”, que consiste en bendecir a los fieles antes de que penetraran al sagrado templo.
Con el tiempo, las tradiciones asociadas al uso del agua bendita fueron cambiando.
Por ejemplo, el Papa San León IV ordenó que cada sacerdote bendijera agua cada domingo en su propia iglesia y rociara a los fieles con ella.
Incluso los que lo desearan, tenían permitido llevar vasijas para llevar el agua a sus casas.
Luego, la bendición se realizaba el sábado antes de las vísperas y en el siglo XV, la ceremonia se efectuaba en la sacristía.
Actualmente existen dos domingos en los cuales nunca se bendice el agua, el Domingo de Pascua y el domingo de Pentecostés. Se realiza el agua bendita en la víspera de estas fiestas para permitirle a los fieles tomar un poco de ella.