12 vueltas a la Ceiba para que se cumplan los deseos, ofrendas junto a sus raíces para que lleguen a los difuntos y a los santos…el árbol milagroso, refugio de güijes y de espíritus.
Así son las leyendas y mitos populares en torno al árbol más característico de Cuba, el árbol sagrado por excelencia de los Yoruba: la majestuosa ceiba.
Se dice que este árbol alberga las almas de todos los muertos y la habitan permanentemente.
También está claro para creyentes y no creyentes, que ese árbol no se corta ni se quema. De hecho, para derribar uno de estos benditos árboles centenarios, se advierte que se debe consultar con los Orishas y tomar extraordinarias precauciones.
Y es que la Ceiba, en la religión yoruba, es una deidad llamada Iroko y en su concepción está Aramú, o la Virgen de las Mercedes de los Ararás.
La leyenda de la Ceiba y los espíritus
Cuentan también los patakies de la religión yoruba, que mientras más importante resulte una persona en la tierra, y más elevada sea su jerarquía, más pronto irá su espíritu a refugiarse en la Ceiba, árbol sagrado una vez que fallezca.
El hecho de que las ofrendas sea depositadas a su alrededor, indica que se le da de comer a los muertos que residen en su interior.
Para ello se realiza un trazo en la tierra, y sobre él se ubica una jícara o un plato blanco nuevo que contenga la comida que más le apetecía en vida a la persona fallecida. También se agrega café u otra bebida, se encienden cuatro velas y se llama al difunto.
Se cuenta que encima del árbol está sentada una santa que llama a los espíritus, a todas las ánimas.
La ceiba y las ceremonias religiosas
En muchas culturas la Ceiba tiene fuerte conexión con el mundo espiritual. Incluso los chinos que viven en Cuba, la consideran el trono de San Fan Kong, el equivalente a la Santa Bárbara.
Para los practicantes de la religión yoruba, aquel que plante una ceiba adquirirá un compromiso de por vida y de la manera en que la cuide, dependerán su salud y felicidad.
A los pies de la Ceiba, árbol bendito, se realiza una ceremonia que recibe el nombre de Itiambo, para el alma de un difunto. En ella participan los ahijados, padrinos, hermanos y amistades religiosas del fallecido.
