De las manos de Ramón Ángel Jara llega al mundo esta plegaria encausada hacia la Virgen del Carmen madre y protectora de los marineros.
A esta santa que recientemente celebramos en su festividad el 16 de julio acudimos para pagarle con agradecimiento mediante esta plegaria por todos los favores concedidos, de los cuales procuraremos haber merecido su gracia.
En su nombre nos entregamos a Dios dejando en alto que la fe salva y consuela y que creemos que no existe bien mayor sobre este mundo que la realización de actos de bondad y desapego.
Para así llevar a otros lo que tenemos, para compartir con ellos la dicha de la que gozamos mediante la intercesión de Dios Todopoderoso.
Poderosa oración para la Virgen del Carmen, rogando su protección
¡Oh Virgen Santísima del Carmen!
Llenos de la más tierna confianza como hijos que acuden al corazón de su madre, nosotros venimos a implorar una vez más los tesoros de misericordia que con tanta solicitud nos habéis siempre dispensado.
Reconocemos humildemente que uno de los mayores beneficios que Dios ha concedido a nuestra patria, ha sido señalaros a vos por nuestra especial abogada, protectora y reina.
Por eso a vos clamamos en todos nuestros peligros y necesidades, seguros de ser benignamente escuchados.
Vos sois la Madre de la divina gracia, conservad puras nuestras almas;
Vos sois la torre poderosa de David, defended el honor y la libertad de nuestra nación;
Sois el refugio de los pecadores, tronchad las cadenas de los esclavos del error y del vicio;
Sois el consuelo de los afligidos, socorred a las viudas, a los huérfanos y desvalidos;
Vos sois el auxilio de los cristianos, conservad nuestra fe y proteged a nuestra Iglesia, en especial a sus Obispos, sacerdotes y religiosos.
Desde el trono de vuestra gloria atended a nuestras súplicas, ¡oh Madre del Carmelo!
Abrid vuestro manto y cubrid con él a esta República de Chile, de cuya bandera vos sois la estrella luminosa.
Os pedimos el acierto para los magistrados, legisladores y jueces; la paz y piedad para los matrimonios y familias; el santo temor de Dios para los maestros; la inocencia para los niños; y para la juventud, una cristiana educación.
Apartad de nuestras ciudades los terremotos, incendios y epidemias; alejad de nuestros mares las tormentas y dad la abundancia a nuestros campos y montañas.
Sed el escudo de nuestros guerreros, el faro de nuestros marinos y el amparo de los ausentes y viajeros.
Sed el remedio de los enfermos, la fortaleza de las almas atribuladas, la protectora especial de los moribundos y la redentora de las almas del Purgatorio.
¡Oídnos pues, Reina y Madre clementísima!
Y haced que viviendo unidos en la vida por la confesión de una misma fe y la práctica de un mismo amor al Corazón Divino de Jesús, podamos ser trasladados de esta patria terrenal a la patria inmortal del cielo, en que os alabaremos y bendeciremos por los siglos de los siglos.
Amén.