El Papa Clemente XI fue el religioso responsable de crear con amor una oración capaz de agrupar en su mayoría los sagrados mandamientos, donde se contemplara al hombre de manera universal.
A través de esta plegaria el religioso solicita a Dios la ayuda necesaria para fortalecer su fe y redimir sus pecados.
Esta oración abarca sentimientos tan nobles como el amor al Supremo, rechazando de manera objetiva:
- Los pecados,
- las malas acciones y
- las decisiones erradas que sin saberlo llegan a afectarnos directa e indirectamente.
Oración de Fe Universal para encontrarse en Dios
Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con más firmeza; espero en ti, pero ayúdame a esperar con más confianza; te amo, Señor, pero ayúdame a amarte más ardientemente; estoy arrepentido, pero ayúdame a tener mayor dolor.
Te adoro, Señor, porque eres mi creador y te anhelo porque eres mi último fin; te alabo porque no te cansas de hacerme el bien y me refugio en ti, porque eres mi protector.
Que tu sabiduría, Señor, me dirija y tu justicia me reprima; que tu misericordia me consuele y tu poder me defienda.
Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, para que se dirijan a ti; ofrezco mis palabras, para que hablen de ti; te ofrezco mis obras, para que todo lo haga por ti; te ofrezco mis penas, para que las sufra por ti.
Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres Tú, quiero como lo quieras Tú, y durante todo el tiempo que lo quieras Tú.
Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento, que inflames mi voluntad, que purifiques mi corazón y santifiques mi alma.
Ayúdame a apartarme de mis pasadas iniquidades, a rechazar las tentaciones futuras, a vencer mis inclinaciones a mal cultivar las virtudes necesarias.
Concédeme, Dios de bondad, amor a ti, odio a mí, celo por el prójimo y desprecio a lo mundano.
Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores, comprensivo con mis inferiores, saber aconsejar a mis amigos y perdonar a mis enemigos.
Que venza la sensualidad con la mortificación, con generosidad la avaricia, con bondad la ira, con fervor la tibieza.
Que sepa yo tener prudencia, Señor, al aconsejar, valor frente a los peligros, paciencia en las dificultades, humildad en la prosperidad.
Concédeme, Señor, atención al orar, sobriedad al comer, responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos.
Ayúdame a conservar la pureza de alma, a ser modesto en mis actitudes, ejemplar en mis conversaciones y a llevar una vida ordenada.
Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para fomentar en mí tu vida de gracia, para cumplir tus mandamientos y obtener mi salvación.
Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno, la grandeza de lo divino, la brevedad de esta vida y la eternidad de la futura.
Concédeme una buena preparación para la muerte y un santo temor al juicio, para librarme del infierno y alcanzar el paraíso. Por Cristo nuestro Señor. Amén.