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Oración dirigida a Dios para agradecer las bendiciones y rogar protección

Oración dirigida a Dios

La humildad es una de las principales virtudes que debe poseer un religioso, pues al ser humildes estamos más cerca de cumplir con la palabra de Dios y de enfrentar la vida con una visión más acertada.

Se hace necesario entonces buscar en el interior de nuestros corazones los propósitos que movilizan nuestra vida para priorizar nuestras acciones con el fin de obtener lo que necesitamos.

¿Cuál es el objetivo de esta poderosa plegaria?

Con esta oración:

  • Solicitamos la protección y la guía de Dios para superar los momentos difíciles,
  • buscamos en él la guía que necesitamos para no dejar a un lado todo aquello que consideramos importante y que con sacrificio hemos obtenido,
  • agradecemos con estos versos por todo lo que nos ha sido confiado y por las bendiciones recibidas, que nunca son pocas cuando podemos disfrutarlas con quienes amamos.

Estamos seguros que en los momentos de oscuridad son en los que más necesitamos confiar y creer que todo sucede por un motivo y que las adversidades serán el motor impulsor para llegar a destinos mejores y más placenteros, donde el ser humano plantará el estandarte de superación como insignia de su fe y sacrificio.

Oración para pedir la protección y guía de Dios

Recuérdame Señor, que sesenta minutos hacen una hora, que todo minuto es importante y que toda vida Te Pertenece.

Ayúdame, Señor a vivir de tal manera, que cada noche pueda acostarme con la conciencia limpia, sin sentirme acusado por el rostro de alguna persona a quien yo haya causado dolor.

Ayúdame Señor, a ganarme la vida honestamente y que, al hacerlo así, pueda yo hacer a otros, lo que yo quisiera que ellos me hicieran a mí.

Ensordéceme Señor, para el sonido del dinero manchado.

Ciégame Señor, para no ver las faltas de otro; pero revélame las mías.

Guíame Señor, para que cada noche pueda sentarme frente a mi esposa, la cual ha sido una de las mayores bendiciones que Tú me has dado, sin que tenga nada que ocultarle.

Mantenme Señor, lo suficientemente joven para reír con los niños y lo suficientemente adulto para ser considerado con los ancianos.

Y por fin, Señor, cuando venga el día de mi despedida del olor de las flores, del suave caminar y del suave crujir de la arena bajo mis pasos, dispón que la ceremonia sea corta y que el epitafio sea:

“POR AQUÍ PASÓ UN HOMBRE DE BIEN”.

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