La religión Yoruba también responde a leyes y mandamientos devenidos de enseñanzas de patakíes e historias, formando parte de reglas de conducta para todos los santeros y creyentes.
Estos son preceptos establecidos para mantener el balance y la paz de la vida en la tierra, el equilibrio y el bienestar, y deben ser cumplidos por todos aquellos integrantes de la religión yoruba.
El honor, la integridad y la humildad son bases de la Regla de la Ocha (santería), así como no pecar de la codicia y la avaricia, para lograr mantener la armonía y la paz entre todos los creyentes.
Y Shangó, Orisha de la Justicia, fue el encargado de bajar a la Tierra para transmitir esas enseñanzas de Olodumare, para limpiar la sociedad y para hacer que el pueblo siguiera siempre las enseñanzas de Ifá, a través de la humildad, el respeto y la sinceridad.
En este pataki recordamos la importancia de seguir los consejos, mandatos y deseos de los Orishas, de lo contrario podremos sufrir las consecuencias en nuestra vida.
Pataki: Shangó y el campesino que ignoró su consejo
Cuentan que un año, la tierra yoruba enfrentó una gran sequía y fueron muchos los hombres que vieron morir sus cosechas y con ellas, su única forma de sustento para la familia.
Así le ocurrió a un campesino que se encontraba muy triste en la orilla de un camino, porque había gastado sus pocos ahorros para dar de comer a sus hijos, y ya no tenía ni un centavo para dedicar a su familia.
Así cavilaba tristemente cuando se encontró con el Orisha de la Justicia, Shangó, quien se compadeció del dolor del hombre y le reveló que habría lluvia al día siguiente y la misma estaría bendecida.
La bendición del Rey del Trueno
“Pero debes procurar por todos los medios no mojarte. Si lo cumples, yo te garantizo una suerte grande”
- Dijo el Señor del Trueno al campesino y siguió su camino.
Efectivamente, como había predicho Shangó, al día siguiente comenzó a llover, pero el pobre campesino olvidó la advertencia que le había hecho cuando vio que estaban lloviendo monedas de oro.
Feliz, el hombre salió corriendo sin esperar a que la lluvia cesara y se puso a recoger monedas. Pero tantas acumuló, que no podía mover el saco en que las había depositado.
En eso estaba cuando un chaparrón de monedas de oro cayó justo sobre su cabeza y allí, en medio de tanto oro, el campesino encontró su muerte.