La Virgen de los desamparados o Virgen de los inocentes es considerada una advocación directa de la Virgen María venerada en la religión Católica.
Como madre cubre su manto para arropar a todos sus hijos sobre su vientre de cálido abrazo de todo lo sublime, santo y justo.
La Virgen de los inocentes se evoca para vencer las causas justas y hallar el consuelo en las aflicciones, combatiendo la soledad con la presencia del Espíritu Santo en el hogar.
¿Qué virtudes posee esta milagrosa Santa?
Es la santa patrona de los inocentes, desamparados y floristas y todo aquel ser humano que en un momento dado de su vida quede solo y sin rumbo fijo.
La Virgen de los desamparados se representa portando una azucena en la mano y con el niño Jesús portando la cruz sobre su otro brazo.
Va cubierta por una manta blanca o dorada, colores a través de los que se simboliza su pureza y su entrega a Dios todopoderoso.
La festividad en homenaje a la Virgen de los Inocentes se celebra el segundo domingo de mayo, momento en el que los altares de las iglesias y los hogares se llenan de azucenas en su honor.
Acuden a las iglesias con el fin de venerar su imagen los devotos para rendirle pleitesía a su caridad y agradecerle por tantos milagros.
A esta virgen se le obsequian también velas blancas y rosas de igual color, aunque como ya se había mencionado con anterioridad su flor representativa es la azucena.
Oración a Nuestra Señora de los Desamparados para pedir su ayuda y protección:
Ampáranos, señora y madre nuestra.
Ampara a nuestras familias, a nuestros pueblos, a nuestro mundo actual.
Aleja guerras y discordias.
Une los corazones divididos con alegría de sentirte junto a ti, hijos tuyos.
Da, a los que tienen y pueden, ojos de misericordia y corazón abierto.
Da a todos, pan, abrigo y amoroso hogar.
Da salud a los enfermos, paciencia en el dolor a los que sufren, consuelo a los tristes, ilusión a quienes la han perdido.
Aparta de las mentes el error y de los corazones la debilidad.
Mueve a los pecadores a volver en sí y a los justos a virtud más alta.
Haz que vivamos cantándote y que vayamos con tu nombre en los labios a contemplarte en la gloria junto a tu hijo Jesucristo, que con el padre y el espíritu santo vive y reina Dios por los siglos de los siglos. Amén.