Olofin, El Creador, escogió al sabio Orisha Orula como su testigo y apoyo en la Tierra, y ambos se unieron en la creación del hombre y en el consejo para realizar buenas acciones en la Tierra.
Los hijos de Orula, son los babalawos testigos de Olofin.
¿Quién es el Orisha Orula?
Orula u Orunmila es el adivino, el consejero de la humanidad y conocedor de todos los mandamientos de Ifá, que simboliza la renovación, la transmutación, el cambio, lo misterioso. Es el benefactor de los hombres.
Y como principal adivino y benefactor de la humanidad, cuentan los patakíes yorubas que se le permitió ver cómo Olofin insuflaba el primer soplo de la vida a los cuerpos hechos de barro por Obbatalá, para el surgimiento de la raza humana.
Además, las leyendas yorubas dicen que la única deidad que pactó con Ikú, la muerte, fue Orula y le mandó a respetar a sus hijos a través del Collar de Orula.
Orula tiene el conocimiento de las cosas secretas del ser humano y la naturaleza, y por ello es dueño de los Oráculos, y mediante ellos, puede influir sobre el destino, ya sea en el pasado, el presente o el futuro.
Él representa la seguridad, el apoyo y el consuelo ante las situaciones difíciles de la vida.
El Pobre de Asís, sincretismo con Orunmila
Como resultado de la etapa colonialista, muchos esclavos africanos debieron cambiar las prácticas de su culto y ocultar su religión a sus amos católicos. Así que decidieron y también fueron obligados a adorar sus dioses a través de la imagen de los santos católicos.
Por ello, el adivino Orula se sincretiza con la figura de San Francisco de Asís, uno de los santos más venerados tanto entre católicos como entre protestantes e incluso entre los no cristianos.
El llamado Pobre de Asís, es reconocido también como sabio consejero de la humanidad y benefactor de los humildes, de ahí su unión con el Orisha Adivino.
San Francisco de Asís, célebre figura de la Iglesia Católica
Se dice que San Francisco de Asís fue en vida un monje que abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica, ganando seguidores por su forma humilde de vivir y adorar al Señor.
Difundía a los devotos sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede y fundó una Orden de frailes junto a su primera seguidora mujer, Santa Clara de Asís.
Cuentan que Dios le había concedido el don de profecía y de obrar milagros. Así, pedía limosna para reparar la iglesia de San Damián diciendo:
«Ayudadme a terminar esta iglesia. Un día habrá ahí un convento de religiosas en cuyo buen nombre se glorificarán el Señor y la universal Iglesia».
La profecía se cumplió cinco años más tarde en el Convento de Santa Clara y sus religiosas.
Cuentan además que, ante las tentaciones de impureza, Francisco de Asís se castigaba postrándose desnudo sobre la nieve e incluso llegó a arrodillarse sobre zarzas y abrojos.
Luego de morir, por sus milagros y su vida humilde dedicada a impartir los preceptos de la religión, San Francisco de Asís fue canonizado.