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Homenaje a la Inmaculada Concepción: La Oración que nos libera el alma

Oración a la Inmaculada

Recuerdo como si fuese ahora las veces que caminé frente a tu altar, una modesta construcción, hoy en ruinas que fue erigida en tu nombre, en una barriada humilde llamada el Callejón de la Rosa, situada en la provincia de Boyeros en la Habana.

Desde ese pequeño monumento los fieles entregaron promesas bajo tu nombre Inmaculada Concepción, ante tu altar suplicaron madres, ancianos y niños y otras tantas personas que por recelo o vergüenza prefirieron hablarte desde su corazón.

Gracias a la pluma y el papel de algunos escritores hoy te invocamos mediante esta oración que es la llave que libera de los cerrojos de la desesperación al alma.

Oración a la Virgen de la Inmaculada Concepción

Oh Madre Inmaculada, Reina de nuestro país abre nuestros corazones,

nuestros hogares y nuestra tierra a la venida de Jesús, Tu Divino Hijo.

Con Él, reina sobre nosotros, Oh Señora celestial, tan pura y tan brillante

Con el resplandor de la luz de Dios brillando dentro y alrededor de ti.

Lidéranos contra los poderes del mal, puestos en arrebatar el mundo de las almas,

redimidas a tan gran costo por los sufrimientos de tu Hijo y de ti misma, en unión con Él,

De ese mismo Salvador, que nos ama con infinita caridad.

Nos reunimos en torno a ti, casta y santa Madre, Virgen Inmaculada,

Patrona de Nuestra amada Tierra, decidida a luchar bajo la maldad que haría de todo el mundo un abismo, sin Dios y sin tu amado Maternal cuidado.

Consagramos nuestros corazones, nuestros Hogares, nuestra Tierra a tu Purísimo Corazón,

Oh gran Reina, para que el reino de Tu Hijo,

Nuestro Redentor y nuestro Dios, se establezca firmemente en nosotros.

No te pedimos ningún signo especial, dulce Madre, porque creemos en tu gran amor por Nosotros y depositamos en ti toda nuestra Confianza.

Prometemos honrarlo por la fe, el Amor y la pureza de nuestras vidas de acuerdo con tu deseo.

Reina, pues, sobre nosotros, Virgen Inmaculada, con tu Hijo Jesucristo.

Que su Divino Corazón y tu casto Corazón sean siempre entronizados y glorificados entre Nosotros.

Usa, tus hijos de América, como tus instrumentos de paz entre los hombres y naciones.

Obra tus milagros de gracia en Nosotros, para que seamos gloria de la Santísima Trinidad, que nos creó, redimió y Santifica.

Que tu valiente esposo, San José, con los Santos ángeles y santos, te ayuda, y a nosotros a “renovar la faz de la tierra”.

Luego, cuando nuestro trabajo haya terminado, ven, Santa Madre Inmaculada, y como nuestra Reina Victoriosa, condúcenos al reino eterno,

Donde tu Hijo reina por siempre como Rey.

Amén

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