Babalú Ayé es una deidad milagrosa, este es considerado el santo protector de la humanidad ante el advenimiento de las epidemias y las enfermedades infecto-contagiosas.
La cuna lucumí de la religión yoruba interpretó el nacimiento de esta deidad proveniente del vientre de Nana Burucú, la santa patrona de la espiritualidad y del rey africano Oxala.
Se cree que Asojano, nombre con el que también se identifica a este santo, es hermano de Oshumare la deidad protectora del arcoíris y de Iroko, santo al que se le atribuye la potestad de cumplir los buenos deseos.
Algunas fuentes bibliográficas sitúan el nacimiento de Babalú Ayé como fruto de una infidelidad, pues se cree que Oxala se encontraba casado con Yemayá cuando vivió amores con Nana Burucú.
Cuando esta última dio a luz a su descendiente en este se apreciaban malformaciones, por tal motivo lo abandonó a su suerte a la orilla del mar.
La Diosa del Mar Yemayá cobija en su manto a Babalú Ayé
Yemayá se apiadó del pequeño y lo reconoció como su propio heredero llevándolo a su palacio en el fondo del océano donde creció con los lujos propios de un príncipe, allí permaneció resguardado de la mirada enjuiciadora de la multitud durante años.
Asojano adquirió conocimientos sobre medicina por lo que acudía ocasionalmente a la casa de los enfermos con la finalidad de aliviar sus dolencias.
Se conoce que entre las virtudes de esta deidad se encuentran la inteligencia y la misericordia, valores que aprendió de la caridad de Yemayá, la madre del mundo.
De su brillante desempeño como médico y curandero nació la primera interpretación de sus milagros los que naturalmente se relacionaron siempre con todo lo relativo a la salud y la enfermedad.
Este Orisha poseía el don del conocimiento y el uso de las plantas medicinales sobre todo las que se establecían como antídoto eficaz para erradicar las dolencias de la piel y los demás tejidos.
Sincretismo del Orisha con San Lázaro Bendito
Babalú Ayé se sincretiza en la Religión Católica con San Lázaro Bendito, deidad muy venerada en Cuba y el resto del continente americano.
A este avatar de su vida se relacionan todas las virtudes ya mencionadas a las que se le adicionan la cura o el alivio de las enfermedades ortopédicas.
A San Lázaro se relaciona con la naturaleza, su representación en las diversas vertientes religiosas se encuentra estrechamente vinculada a dos perros, quienes se consideran sus fieles acompañantes y mensajeros.
De ahí que exista el culto popular que prohíbe el maltrato hacia esta raza de animales por mostrarse íntimamente relacionada con la deidad.