¿Cuántas veces no hemos vislumbrado al llamativo personaje, símbolo de la Sociedad Secreta Abakuá? Y es que el diablito Ireme, ha pasado de ser un símbolo plenamente religioso, a engrosar las manifestaciones de la cultura afrocubana.
Debemos saber que el complejo de asociaciones Abakuá o Ñáñigas son sociedades secretas consideradas como hermandades para la ayuda mutua, de las cuales existen más de un centenar en las ciudades de La Habana, Matanzas y Cárdenas en Cuba y son únicas en el continente americano.
Simbología y significación de Ireme
Los iremes o diablitos, son danzantes enmascarados que hoy constituyen símbolos del folklore cubano y de la Sociedad Secreta Abakuá.
Ellos son un elemento simbólico dentro del ritual que representa a la naturaleza y son muy populares como expresiones artístico-religiosas.
Vestimenta del Diablito:
El diablito abakuá se cubre la cabeza con un capuchón de yute terminado en punta, el cual solo tiene un par de ojos bordados y a ello se une una vestimenta de colores vistosos y diferentes diseños tejidos.
En el cuello, rodillas, bocamangas y bordes, llevan festones de soga deshilachada, mientras que se cuelgan de la cintura, varios cencerros de metal que suenan sobre todo cuando realizan su danza.
Los iremes llevan en las manos un trozo de caña de azúcar y una rama de ‘escoba amarga’ y en los rituales, representan siempre el espíritu de algún antepasado.
Nunca hablan, pero se expresan por medio de gestos en sus coreografías con gestos fuertes y llamativos.
Ireme: Los Diablitos Abakuá y su rito ancestral
Los íremes o diablitos representan a personajes de la liturgia de los ñáñigos como sacerdotes, hechiceros, acólitos, músicos, coros y otras representaciones de seres.
Aparecen durante los llamados plantes representativos para cada rango: el Eribangandó, para los ritos de iniciación, el Enkánima en su papel de purificador, el Aberiñán, el verdugo para sacrificios y el Anamanguí, para los ritos funerarios.
Fernando Ortiz recordaba en sus obras, que los blancos les llamaron “diablitos” debido a la similitud con las mascaradas diaboliformes que en la antigüedad acompañaban las procesiones del Corphus Christi en España y en Cuba.