El ser humano se encuentra rodeado de una energía astral llamada aura, en ciertas ocasiones determinadas entidades del mal y malas energías en general, penetran esta barrera perjudicando a la persona en cuestión.
Con esta acción tergiversan los planes de la persona y la inducen a cometer errores que podrían tener un alto impacto negativo en su vida, sin muchas veces ni siquiera ser consciente de esto.
Por eso hay que prestar atención a lo que nos sucede y saber cuándo estamos atravesando por una mala racha o cuando esto ya se nos sale de las manos.
Cuando un hombre es obcecado, se hace menester tratar de alejar de su vida esa mala influencia que le impide seguir con el curso normal de su existencia.
Para lograr erradicar el mal, primero es necesario poder detectarlo
Un gran ejemplo de esto es:
- La llegada del atraso al destino de la persona sin una explicación racional,
- la continua mala suerte y
- el estado de confusión que te hace sentir que algo no anda bien.
¿Cómo alejar esas perturbaciones?
Alejar estas perturbaciones puede lograrse mediante oraciones, baños lustrales y de depuración, pero en algunos casos se hace necesario la intervención de ceremonias más poderosas para poder contrarrestar la fuerza maligna que son ejecutadas por espiritistas.
Entre estas encontramos los despojos con hierbas fuertes y los recogimientos y en otras circunstancias, se puede solicitar la ayuda de Orunmila para desarrollar de la mano de un sacerdote de Ifá rituales similares, nombrados paraldos.
Oración para aliviar a los obcecados
Señor, sostenednos en nuestra debilidad, inspirándonos por la voz de nuestros ángeles custodios y los buenos espíritus, la voluntad de corregirnos de nuestras imperfecciones, con el fin de cerrar a los espíritus impuros el acceso a nuestras almas.
El mal no es obra vuestra, Señor, porque el origen de todo bien, nada malo puede engendrar, nosotros mismos somos los que los creemos, infringiendo vuestras leyes y por el mal uso que hacemos de la libertad que nos habéis dado.
Cuando los hombres observen vuestras leyes, el mal desaparecerá de la tierra como ha desaparecido de los mundos más avanzados.
El mal no es una necesidad fatal para nadie y solo parece irresistible a aquellos que se abandonan a él con complacencia.
Si tenemos la voluntad de hacerlo, podemos también tener la de hacer el bien, por eso, Dios mío, pedimos vuestra asistencia y la de los buenos espíritus para resistir la tentación.