Obatalá el santo dueño de todas las cabezas necesitaba mandar a hacer un trono de madera.
Para esto fue en búsqueda de uno de los mejores carpinteros de la región a quien encargó el trabajo, prometiéndole un pago justo por sus servicios y en el caso de quedar complacido con el resultado le daría un regalo adicional.
Cuando el carpintero comenzó sus labores necesitó la mano de obra de su ayudante pues pensaba crear un trabajo con muchos detalles y relieves.
Este aceptó los términos de pago de su jefe y empezaron a darle vida a su creación.
Pataki donde Obbatalá ofrece una jícara de Sarao de Ekó
A los pocos días Obatalá visitó la carpintería para evaluar el trabajo y quedó encantado con lo que observó, por lo que le indicó al carpintero que mandara a su ayudante para hacerle llegar a través de este un presente.
El ayudante entró en la casa de Obatalá para recoger el encargo que debía llevar a su jefe y quedó sorprendido al ver que se trataba de una jícara de Sarao de Ekó (ofrenda a base de harina de maíz mezclada con agua y otros elementos).
Este partió rumbo a la carpintería y al ofrecérsela al maestro, este la despreció diciéndole al aprendiz que la tomara él y así fue.
Al terminar de beberla, este se encontró en el fondo de la jícara muchas perlas, sorpresa que se guardó para sí mismo.
La importancia de saber apreciar con humildad las pequeñas cosas
Pasaron dos semanas desde el primer encuentro entre Obatalá y el carpintero, por lo que el Orisha regresó al taller para ver el proceso de construcción de su encargo y al salir de ahí tan complacido pidió al ayudante que lo acompañase nuevamente.
Al llegar a la casa de Obatalá este le dio una jícara con igual contenido que la anterior y a su llegada a la carpintería aconteció lo mismo que la vez anterior, guardando para sí las perlas el aprendiz, sin que el maestro supiese nada.
Cuando faltaba un solo día para entregar el trono a Obatalá, la deidad visitó nuevamente el taller.
Quedó muy satisfecho con el trabajo, por lo que le dijo al carpintero que este era merecedor de recibir un gran regalo por lo que pidió al maestro que enviara a su empleado para recogerlo y así lo hizo.
Por despreciar el ofrecimiento de Obatalá, aquel hombre cambió su destino
De regreso al taller el aprendiz traía nuevamente una jícara con sarao de Ekó, al verlo el carpintero quedó muy enojado por lo que despreció el obsequio y se fue a su casa, el aprendiz después de beber el contenido de la jícara encontró en esta, diamantes.
Poco tiempo después el aprendiz fundó en otro pueblo su propio taller, quitando todos los clientes a su maestro, por lo que este quedó en la ruina y tuvo que ir a pedir empleo con su rival, siendo entonces un subordinado más del taller.
Un día el carpintero encontró a Obatalá en la calle y este le dijo que le había quedado mal, pues nunca le había dado el regalo que tanto le prometía y sí en su lugar, una jícara de sarao Ekó.
El Orisha explicó entonces al carpintero que en el interior de la jícara había depositado perlas y diamantes y que si no la hubiese despreciado por ser una simple jícara se hubiese vuelto tan rico como su aprendiz.