«Si mantienes la pureza en tu corazón, Obbatalá guiará tu cabeza y te bendecirá. «
Cuando Esteban llegó a la capital, solamente contaba con una muda de ropa en la mochila, unos pocos billetes y a la espalda su vieja guitarra, eso sí, toda la confianza del mundo puesta en su talento y, sobre todo, la bendición del santo protector más puro entre todos los Orishas: Obbatalá.
A pocos pasos de los estudios de grabación se preguntó:
__ ¿Y cómo he llegado hasta aquí? __, la respuesta lo llevó de inmediato a su lejano y rústico batey «Cerro muerto», adonde había dejado a una madre tan llena de orgullo como arrugas en la piel, y una novia fiel, dispuesta a esperarlo todo el tiempo del mundo, hasta que su sueño de artista fuese una realidad.
«Artista», aquella palabra le sonaba rara y extremadamente grande, sobre todo para un simple criador de cerdos como él, que en las noches se dedicaba a sacarle tonadas a su vieja guitarra por puro placer y nada más, hasta aquel día en que el hijo del patrón de la fábrica de carnes le hizo una propuesta rara:
__ «Te compro una canción para mi novia.»__
Y como un hombre pobre nunca desprecia unos pesos de más, allá se fue Esteban, hasta el balcón de la susodicha. La canción cantó y la muchacha quedó complacida, también los invitados a la velada, que le pidieron seguir cantando. En total fueron cinco canciones y un poco más de dinero en el bolsillo del joven, que se fue a casa sin saber que aquellas melodías habían quedado grabadas en el celular de un visitante con gusto y tino para olfatear el talento.
La vida en el batey siguió sin penas ni glorias, también la rutina de Esteban entre olor a cerdo y pobreza fija, nada parecía cambiar, pero el destino le tenía preparado una sorpresa:
__ ¿Para mí? __, no lo podía creer, aquel extraño estaba frente a su puerta con un fajo de billetes y una propuesta increíble:
__ No te vas a arrepentir. __, fueron las últimas palabras del extraño, dejando a Esteban con una sensación agridulce, por un lado, tenía en sus manos el boleto hacia un futuro mejor, por otro, la incertidumbre de dejar solas a una madre vieja y una novia perfecta, y aunque ambas le dieron el visto bueno, necesitaba un último empujón:
__ ¿Qué hago padrino? __, preguntó a su guía espiritual y viejo amigo, un hombre sabio lleno de buenos consejos, capaz de convencer al más indeciso de los mortales. Con respeto, Esteban siguió la ceremonia religiosa, escuchó la traducción de los caracoles echados en el suelo y las indicaciones dictadas por el Orisha invocado.
__ Ve hasta la montaña y presenta tus respetos a Obbatalá. __
Una manilla de plata puso en su muñeca derecha y le dio su bendición, sin perder tiempo Esteban partió. Aunque en verdad era una colina, todos en el batey la veían como montaña, pues representaba lo más grande que tenían. Solo, entre la vegetación y los sonidos rurales, le hizo su juramento a Obbatalá y regresó adonde sus dos seres queridos. Como no necesitaba tanto, les dejó casi todo el dinero, besó con ternura y dolor a ambas mujeres e inició la travesía.
__ «Ustedes son mi mayor inspiración.»__, fue el último recuerdo antes de ser interrumpido por una voz familiar que lo hizo regresar al presente.
__ ¿Listo para conquistar la fama? __, le dijo el ya nada extraño productor musical, comenzó así el proceso de transformación.
Lo primero fue el nombre, ya no sería Esteban, sino «Steve Melody», luego el peinado, arreglo de cejas, dieta especial y ejercicios en un gimnasio de primer nivel, todo esto a la par de la grabación del primer sencillo respaldado por un videoclip atractivo y pomposo. En dos semanas el país entero, y más allá de las fronteras también, solo tenía ojos y likes para Steve Melody, la demanda era tal que de inmediato se organizó la primera gira internacional.
__ ¿Y mi familia? __, no había tiempo para visitas, un giro con mucho dinero y muchos besos virtuales.
Lo que debió durar quince días se extendió por tres meses en el extranjero, pero de regreso la presión no disminuyó. __ «Es una aparición especial para una película…» __. Otra vez las maletas y a subirse en un avión, claro, otro giro con mucho más dinero y bastantes besos virtuales.
Para quien la fama lo sorprende y no sabe cómo controlarla, es peor que un virus contagioso y enfermizo. A Esteban, perdón, a Steve Melody la fama comenzó a pasarle factura, al principio no quería, pero se veía feo no aceptar una copa en una recepción a su nombre, con las copas vinieron las sonrisas, los abrazos, las caricias, las insinuaciones y demás tentaciones oscuras.
Cuando el primer fonograma de Steve Melody alcanzó disco de oro, el antes inocente y noble muchacho de Cerro Muerto había probado cuanta droga existía, acompañada de tantas chicas como bebida podía ingerir, cámaras indiscretas, paparazis veinticuatro horas al día, escándalos con otras celebridades, era el vicio dominando su cabeza sin espacio para la memoria, ni siquiera el recuerdo de dos almas sencillas que lo esperaban a él en vez de los giros abultados sin calor humano.
El olvido se apoderó del ahora famoso artista al punto que, cuando le ofrecieron cambiar su manilla de plata por todo un conjunto de joyas doradas, ni lo pensó dos veces, lanzó el brazalete plateado en un cajón y comenzó a exhibirse con su nuevo look.
Quizás tantas sustancias químicas adormecieron sus sentidos, lo cierto es que no advirtió las señales de alertas traídas por el viento, como susurros de voz señalando su falta.
__ Que me importa, soy famoso...__, era la única expresión consistente en su cerebro, pero como todo tiene un clímax, el suyo llegó como un tornado arrasador. Atrapado con una menor, lleno de estupefacientes ilegales en la habitación, totalmente drogado y resistiéndose al arresto, terminó de golpe en prisión. La cosa se agravó, pues, los padres de la menor levantaron cargos por violación, y aunque él era famoso, el dinero de la familia agraviada tenía más poder, en un abrir y cerrar de ojos, el destino sentenció la vida de Steve Melody, que regresó a su país esposado y puesto tras las rejas.
Nadie se brindó para ayudarlo, terminaron los likes, los conciertos, la buena vida se disipó como aquel viento susurrante que tanto le advirtió enderezar su camino. Solo la madre vieja y avergonzada, y la novia triste y fiel, fueron a visitarlo.
__ Estaba entre tus pertenencias…__, le dijo la joven hermosa extendiendo la manilla de plata, __… si quieres volver a ser el de antes, empieza por ponértela. __
La humillación le salió en un mar de llanto, todas las palabras se borraron de su mente, con solo espacio para una: «Perdón». En la soledad de la celda recordó las palabras del padrino y su compromiso con el Orisha protector.
__ Obbatalá, por favor, perdona a tu hijo, ayúdame a recuperar la pureza. __
Una sentencia se dio, era menor, pero serviría para limpiar la suciedad en su alma. En todo ese tiempo en prisión se dedicó a estudiar, aprendió a escribir en el idioma de la música, también buena literatura, y sobre todo, a meditar.
Cuando el tiempo fue cumplido, afuera lo esperaban sus dos amores, que con alegría y bondad le abrieron los brazos.
__ Vamos a casa… a empezar de nuevo. __, les dijo enseñando la manilla de plata en la muñeca.
Pasó el tiempo, y en el batey Cerro Muerto, la vida seguía la misma rutina de siempre, también para Esteban, aunque no tanto así, verdad que seguía viviendo en la misma casa junto a su aún más vieja madre, pero ya no tenía novia, la había cambiado por una esposa, la misma joven hermosa y fiel, madre de sus dos hijos, a quienes les dedica casi todas sus canciones, que él mismo graba, sube y comparte gratis en la Internet, para quien quiera escucharlas.
Y cuando alguna vez alguien lo reconoce y pregunta: __ ¿Oye, no quieres volver a ser Steve Melody otra vez? __, él acaricia el brazalete plateado en su muñeca derecha, mira hacia la montaña, que en realidad es colina, respira profundo recibiendo la caricia de un viento susurrante, y resuelto responde:
__ Nunca más. __, entonces se retira a criar sus cerdos y cuidar de la familia, sabiéndose protegido por su Orisha patrón, recordando siempre aquel viejo proverbio:
«Obbatalá no admite falta de respeto, porque es el rey de la pureza.»