La religión Yoruba también responde a distintos mandamientos de Ifá, que deben ser cumplidos por todos los santeros y creyentes y que tienen como objetivo, mantener el balance y la paz en la vida en la tierra, pues son designios que hablan del honor y la integridad de los practicantes.
Por ello, dentro de la Regla de Osha y entre religiosos, el camino de un santero debe ser ejemplar. Ningún Babalawo, Santero o Santera puede ser soberbio, al contrario, la religión yoruba aboga por la modestia, la humildad y la honradez de sus integrantes.
Se ha explicado muchas veces, que no se debe pedir el mal para nadie y que aquellos que sean humildes serán siempre recompensados por los dioses.
Veamos a continuación, uno de los patakíes yorubas que destaca la importancia de la verdad y la humildad en los devotos de la Regla de Ocha.
Pataki: El humilde ciego y el rey
Cuenta este patakí que un ciego, todos los días cantaba ante el rey de excelente manera y el monarca, encantado con su servicio, le hacía importantes regalos.
Sin embargo, a pesar de ganarse el favor del rey, el ciego seguía pidiendo limosnas, pues decía que mientras su Ángel de la Guarda no lo abandonara, tendría buena fortuna.
Un sirviente del palacio que lo oyó, sentía gran envidia del mendigo, así que fue a ver al rey y le contó lo que había escuchado.
El rey decidió comprobar la humildad del ciego y al día siguiente cuando este terminó de cantar, le pidió que le guardara un collar de corales.
El hombre entonces fue directo a su casa donde guardó la prenda en lugar seguro para que nadie pudiera tener acceso a ella.
El consejo de Orula vence la envidia
Pero el envidioso vigilaba al ciego para conocer el lugar donde había guardado la prenda. Luego, aprovechó la primera ocasión en que la casa estuvo sola y robó el collar, para arrojarlo al mar.
Después de hacerlo, incitó al rey a preguntar por la prenda guardada. Así lo hizo el soberano y el ciego se dirigió al escondite.
Pero grande fue su sorpresa al encontrarlo vacío, y se sintió tan aturdido que decidió visitar a Orula, el gran adivino y oráculo de Ifá, en busca de consejo.
A través del Adivino, su Ángel de la Guarda le aconsejó que hiciera rogación con el pargo más grande que encontrara en el mercado.
El ciego siguió las indicaciones y cuando terminó la rogación, abrió el pescado y halló en su interior el collar desaparecido.
Luego se apresuró a mostrárselo al rey, el cual lo acogió nuevamente con regalos y castigó al sirviente envidioso.