Muchos mayores son los que advierten que al Orisha Yoruba Eleguá no se le debe enfadar ni intentar engañar, pues es el Orisha más astuto y travieso del Panteón Yoruba.
Eleguá puede abrir y cerrar a su antojo las puertas de la felicidad, del amor, la prosperidad y de todas las bendiciones de la vida, así que debemos recordar no molestarlo y tratar siempre de ser merecedores de su ayuda y aprobación.
En los siguientes dos patakíes se demuestra la astucia del pequeño gigante de la Ocha, guía y guerrero, Señor de los Caminos y el Destino.
1. Eleguá y el campesino egoísta que lo perdió todo
Érase una vez, un campesino que tenía una hermosa cosecha de verduras y viandas.
Las coles, acelgas, papas y boniatos, se mostraban en todo su esplendor, por lo que el hombre se volvió vanidoso y tacaño.
El campesino no ayudaba a sus vecinos ni regalaba una sola de las verduras a los necesitados del poblado.
Un día Eleguá quiso hacerle una visita y pasó por allí disfrazado de mendigo. Cuando vio al campesino, le pidió que algo para comer, pero el agricultor se negó rotundamente.
Así que Eleguá decidió enseñarle una lección y al otro día volvió disfrazado de inspector y le afirmó que el rey mandaría a tumbar todos los sembrados, pues hacían daño a la salud.
El hombre enfureció y le dijo que antes de que eso ocurriera, él mismo acabaría con toda la cosecha. Así, tomó un machete y comenzó de inmediato a cortar las plantas.
Luego, cuando fue al palacio del rey para manifestar su descontento, se enteró de que todo era un engaño, pero ya era tarde, había perdido todo lo que poseía por su falta de humildad y empatía.
Historia que nos enseña, que debemos ser siempre bondadosos, sobre todo con aquellas personas más necesitadas. Si los Orishas nos pusieron en el lugar de la abundancia, es importante saber compartir.
2. Eleguá y la doncella vanidosa
En una oportunidad, Eleguá quiso probar la fidelidad de una joven vanidosa y desobediente, que gustaba de la adulación y el engaño.
El Orisha tenía a su padre en gran estima por ser un hombre recto y de gran reputación, así que decidió visitar a la muchacha.
Eleguá, disfrazado de hombre elegante, comenzó a cortejarla, adulándola. Ella se enamoró de él a primera vista y, a escondidas, lo recibió en su aposento y le juró fidelidad.
Cuando su padre quiso concertarle un matrimonio, la joven se negó a realizar sus deseos, y le confesó que únicamente se casaría con el hombre que la había visitado.
El padre, al ver que no tenía otra solución, accedió a los deseos de su hija.
Así, Eleguá regresó, pero, aunque era el mismo hombre elegante, estaba cojo, manco y encorvado.
A la muchacha no le quedó más remedio que casarse como le había prometido a su padre y cumplir con su palabra, y así recibió la lección por ser vanidosa y desobediente.
Por otro lado, engañar a veces funciona, pero nunca es correcto, porque la mentira tiene patas cortas y la verdad siempre llega a aclararlo todo, dejándonos la mayoría de las veces en una situación penosa e incómoda.