El Pargo era el más importante de los peces, este poseía la facultad que ninguno de sus semejantes gozaba, la que se sustentaba en la continua bendición que recibía de Shangó y Yemayá, deidades que en ocasiones le permitieron hasta vivir por períodos cortos de tiempo fuera del agua.
Pataki donde el pargo recibía la protección de Yemayá y Shangó
Por este motivo los demás peces lo respetaban, realidad que el pargo llegó a sobrevalorar creyéndose superior a todos e invencible.
Por sus múltiples actos faltos de modestia, Yemayá y Shangó se distanciaron de él y aunque el pargo continuaba gozando de un gran iré, las deidades decidieron permanecer al margen de los hechos que pudieran acontecerle.
En cierta ocasión un hombre poseedor de sabiduría decidió conocer al pargo, para así contemplar si era cierto todo aquello que se decía de él, por lo que partió en su búsqueda.
Al llegar al pueblo no le fue difícil encontrar al pargo, pues su fama lo antecedía.
El pargo negó la palabra de Ifá y recibió un castigo de por vida
El religioso le propuso al pez medir sus conocimientos sobre Ifá, retándolo a predicar la palabra de la religión.
El sabio astutamente se había realizado ebbó antes de partir al encuentro del pez, por lo que se comportó locuaz y a la altura de las circunstancias, mientras que su contrincante no pudo decir lo mismo, saliendo de su boca muchas incoherencias y errores de concepto.
El Oluo explicó al pueblo que por el odun que había salido en debate todos debían realizarse una ceremonia, con el fin de atraer la prosperidad y la salud a su vida.
Sugerencia que el pargo rebatió negando su veracidad, suceso que dejó muy molesto al hombre. Quien se dirigió al pie de Shangó para darle las quejas de lo sucedido.
Shangó sentenció al pez a morir fuera de las aguas de Yemayá
El Orisha del fuego quedó muy disgustado por la actitud del pargo por lo que fue en su búsqueda abalanzándose sobre él para darle una lección.
El pez asustado se lanzó al mar y con este se fueron todos sus hijos. Yemayá al ver el estado del pargo se compadeció de él y lo protegió.
Entonces Shangó lo sentenció diciendo:
Te respetaré mientras te encuentres en la casa de Yemayá, pero recuerda que a partir de hoy cuando salgas a la tierra será para ser devorado por el hombre.
Luego repartió sobre la tierra jamos, anzuelos y demás utensilios de pesca con el fin de garantizar el cumplimiento de su palabra.
Desde ese entonces el pez ha vivido en el agua, pues al salir de su templo está sentenciado a morir.