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La historia de Azojuano y Ajá, brindando sanación y abriendo caminos

Ajá de Azojuano

Ajá es la Orisha de los torbellinos o del viento salvaje, una Orisha menor muy poderosa, prepotente y amiga de las peleas, a la que no se le debe provocar. Patrón de la selva, los animales dentro de él y curandero a base de hierbas.

Pero es también Ajá, el apoyo de las deidades del panteón yoruba. Está relacionado estrechamente con los reyes de las aguas saladas del mundo, Olokun y Yemayá, pero también con aquel que cura las pestes y las enfermedades, el gran Babalú Ayé y también conocido como Azojuano, sincretizado en la religión católica con el santo milagroso, San Lázaro.

También se le conoce como Ajá a la escoba de Babalú Ayé, utilizada en las ceremonias para ahuyentar lo malo y como sacudidor, es un manojo de varillas de palma de coco o de corojo que va adornada con caracoles.

A continuación, proponemos la leyenda que ilustra cómo Ajá ayudó y apoyó a Babalú Ayé en su camino.

Patakí de Azojuano, el sanador de enfermedades

Cuenta este patakí que un día nació un niño llamado Azo en la tierra de Igba Ará Okete, con un fuerte carácter, que hacía que no se lograra relacionar con nadie, por lo que era despreciado por los que habitaban en ese pueblo.

Un día Ikú, la muerte, se lo encontró y le dijo que desde ese momento ella sería su madrina, y lo haría sentirse bien entre los vivos y bailar entre los muertos. Así que Ikú lo convidó a pactar con él para así enseñarle cómo curar a las personas.

Al poco tiempo, el pueblo se llenó de enfermedades. Las personas sufrían muertes por enfermedad y por tragedia.

Muchos fueron los que le rogaron a Obbatalá que aliviara esa difícil situación y el anciano Orisha escuchó sus peticiones. Así, convocó a Ikú y le preguntó qué podría hacer para que cesara su ataque y no mandara al pueblo a sus emisarios Ano, Arun y Eyo. Ikú le contestó simplemente, que deberían ver a Azo.

Azo logra curar al pueblo

Obbatalá entonces decidió ir a buscar a Azo al río para que lo ayudara a sanar a las personas. A su llamado, Azo salió entre las aguas vestido todo de negro, y enseguida se fue con el anciano Orisha al pueblo para remediar la epidemia que provocaba tantas muertes.

Así, Azo curó a cada persona y logró el respeto de todos, tanto así que inclinaban la cabeza cuando él pasaba.

La intervención de Ajá

Pero convencido de sus poderes, Azo decidió ir por distintas tierras curando a las personas, para que así lo respetaran y veneraran en todas partes.

Sin embargo, le costaba caminar por los bosques y atravesar las hierbas. En eso estaba cuando se le apareció Ajá en forma de viento y arrancó un mazo de varetas para que Azo se limpiara y apartara la maleza.

Azo muy alegre porque podría llegar más rápido a otras tierras exclamó:

«Al fin encontré un amigo. En honor a ti, Ajá, me llamaré Azojuano».

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