Antes de que Cuba sufriera los embistes de la conquista y colonización española, la población aborigen que en ella vivía se encontraban sin preocupaciones y en total libertad.
Relata la leyenda que, en la actual provincia de Cienfuegos, llamada en ese entonces Jagua, vivía una india llamada Apiri.
La historia de Apiri y el espíritu del mal que la castigó
Esta nativa era muy bonita y siempre fue dada al baile y las fiestas sin tener la necesidad de preocuparse por ninguna responsabilidad.
Un día, cumpliendo con la voluntad de sus padres Apiri quien aún era muy joven se casó con un hombre proveniente de su misma tribu, quien se sustentaba mediante la caza y la pesca.
Al paso de los años Apiri nunca abandonó sus gustos hacia la música y la danza, y aún casada y con hijos abandonaba el hogar para divertirse dejando a merced del destino el cuidado de los pequeños.
Un día mientras su esposo trabajaba esta partió de su hogar en búsqueda de diversión, al paso del tiempo los niños comenzaron a llora de hambre.
El llanto era tan fuerte que con sus quejidos lograron despertar a Mabuya, quien era una deidad maligna que se aprovechaba de los descuidos para ejecutar sus fechorías.
Surgen las plantas de Guao y la Mariposa bruja
Este, enojado por el llanto imparable de los pequeños acudió hasta su hogar para callarlos y no encontró mejor solución que convertirlos secretamente en arbustos de Guao, una planta venenosa de grandes espinas.
Al ejecutar su crimen Mabuya se sintió complacido y de esta forma no solo buscó castigar a los niños, sino también a su descuidada madre, quien los había dejado solos y desprotegidos.
Cuando Apiri regresó a la casa no halló a sus hijos por ninguna parte, por más que los llamaba estos no contestaban, salió al patio de la casa y vio unas extrañas planas de guao y pensó que había que podarlas.
Continuó llamando a sus hijos, hasta que de repente Mabuya regresó enojado convirtiéndola en Tatagua, la conocida mariposa bruja que nombramos popularmente bajo ese apodo.
Desde su nueva condición alada siguió buscando con desesperación a los niños y cuenta la leyenda que cada día acude a una casa diferente para ver si sus hijitos están ahí escondidos y hallar la manera de recuperarlos.
Recordando con su presencia a las madres, la importancia de cuidar bien a sus pequeños y de jamás dejarlos desprotegidos fuera de su supervisión.