Hace solo un año, en el 2019, gran revuelo causaron en los todos los rincones de Cuba (incluyendo las redes sociales), las obras de restauración de la antigua Plaza de 4 Caminos, un local que en “sus buenos tiempos”, como se dice en buen lenguaje popular, ofrecía todo tipo de productos a la población local.
En 2014, el mercado modernista más famoso de La Habana, con casi un siglo de existencia, comenzó un período de restauración para devolverle su valor patrimonial.
Y el hecho es, que el conocido como Mercado Único de Cuatro Caminos no solo posee cualidades históricas y arquitectónicas, sino que esconde numerosos secretos, la mayoría relacionados a los antiguos ritos de la religión afrocubana.
Por eso, en medio de las obras constructivas resonaron en toda Cuba las palabras “maldición”, “ofrenda” y “santería”.
La bendición de Eleguá para el Mercado de 4 Caminos
Y es que hace dos años, en medio del proceso de restauración del Mercado de Cuatro Caminos, los obreros encontraron un busto de piedra que representaba a Eleguá gigante que, según la leyenda, marcaba la posición del enterramiento de una roca de adoración de los santeros de La Habana.
La escultura se encontraba en el sótano del mercado y según muchos religiosos del lugar, marcaba el espacio exacto en que estuvo enterrada la piedra de la religión yoruba.
Además, muchos vecinos de la zona explicaron que la estatua traía suerte y prosperidad al mercado y sus alrededores, por lo que le colocaban ofrendas a la deidad y le pedían su bendición.
Eleguá es un Orisha de la religión yoruba, representado por un niño. Es el dueño de los caminos, y puede abrirlos o cerrarlos por lo que es sumamente adorado en la Isla. La pareja Elegguá – Eshu representa un lazo espiritual entre lo positivo y lo negativo.
La piedra de Eleguá, un mito que permanece
El sitio Cubanet reflejó las palabras de Héctor Salas, sacerdote de Orula y miembro de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, quien explicó que cuando la plaza de 4 Caminos se iba a desmantelar, buscaron el lugar donde se escondía la piedra. La sacaron y la pusieron dentro de la cabeza de la efigie de Eshú.
Se dice que la piedra pertenecía a los esclavos de la zona que adoraban a Eshú, por lo que su valor religioso e histórico era incalculable.
No obstante, cuando los obreros decidieron trasladar la efigie en medio de las obras, su cabeza se rompió.
Por ello, muchos de los devotos y vecinos de la zona del Mercado se quejaron de la negligencia de los trabajadores a la hora de mover un símbolo de alto significado histórico, cultural y religioso y manifestaron que ese destrozo podría traer consecuencias negativas.