Cuenta el patakí de las dueñas de las dos aguas, que Yemayá sentía un inmenso amor por su hermana Oshún.
Oshún, fue una reina muy bella y muy rica que pasaba largas horas mirándose al espejo o viendo reflejado su rostro en las claras aguas del río.
Pero por falta de atención, su reino quedó destrozado por las guerras de conquistas; a Oshún no le quedó más remedio que huir y abandonarlo todo.
A partir de ese momento, grande fue su pobreza y le quedó solo uno de sus vestidos que de tanto lavarlo y volverlo a lavar en las aguas amarillas del río, tomó ese color, además, su cabellera se cayó. Oshún quedó sola, pobre, esclava y en la peor miseria.
Pero como todos los ríos desembocan en el mar y en su fondo vive su hermana mayor Yemayá, la dueña de todas las riquezas del mundo y la persona que más amaba a Oshún, hasta ella llegaron las lágrimas de la Orisha del Amor.
Así que partió Yemayá a consolar a su hermana menor y le dijo:
“No llores más, Oshún. Tus lágrimas se me clavan en el corazón. Reina fuiste y reina volverás a ser por la gracia de Olofi.
De hoy en lo adelante, te pertenecerá todo el oro que se encuentra en las entrañas de la tierra; todos los corales que hay en el fondo del mar serán tuyos para que te adornes con ellos; no volverás a trabajar como las esclavas, sino que te sentarás en un trono dorado y te echarás fresco, como corresponde a las reinas, con un abanico de pavo real, animal que es mío, pero que pasará a ser tuyo desde el día de hoy.
Y para que no te atormentes más, mira: ¿ves mi cabellera? ¿Recuerdas que ella era mi orgullo, lo mismo que la tuya era para ti? Aquí la tienes. Hazte una peluca con ella para que nadie te vea en ese estado y puedas esperar dignamente hasta que el pelo te crezca”.
Yemayá entonces cortó su bella cabellera para dársela a su hermana.
Se dice que por ello siempre se protegen entre sí las hijas de Yemayá y de Oshún. Ellas son las hijas de las dos aguas, porque siempre tendrá a las dos Orishas velando por ellas.
Oshún, Orisha del amor y de los ríos
Oshún, diosa del amor, es la dueña del río y hermana de Yemayá, diosa de los mares. Juntas reinan las aguas del mundo, las dulces y las saladas. Oshún es el dorado, el amarillo resplandeciente, Yemayá es el azul del mar, su transparencia y tranquilidad.
Es el único Orisha que siendo menor puede suplir a todos, incluso a Obatalá. Y es que Oshún es un Osha de cabecera y representa la intensidad de los sentimientos y la espiritualidad, la sensualidad humana, el amor y la feminidad.
A Oshún le gusta proteger a las gestantes y las parturientas de todo mal, para que los pequeños en el vientre nazcan sanos y bendecidos.
Pero la santa también representa el rigor religioso y por ello gusta del castigo implacable y ante falsedades y crímenes es justiciera.
La diosa yoruba adora los ríos, pues es su representación en la naturaleza y en favor de su feminidad y sensualidad, gusta vestir joyas, adornos corporales y adora el dinero.
Yemayá, diosa de los mares
Es la divinidad de las aguas saladas. Yemayá es una vieja como Obatalá y tan poderosa como él.
Yemayá es la deidad yoruba de los peces y la orisha de la maternidad. Está en la naturaleza, en el mar y en las crestas de las olas contra las costas y rocas. Hacia esos elementos se deben dirigir las ofrendas y agradecimientos. Ella es tan tierna como la caricia de una ola y tan irascible como un mar enfurecido.
Es la madre de todos los hijos en la tierra y representa la fuente de la vida, la fertilidad y la abundancia. Yemayá es la reina del Mar y como tal lo adora, como ama a su hermana Oshún, reina de los ríos.
Hijos de las dos aguas:
Los hijos de Oshún y Yemayá deberán equilibrar su vida de la misma manera que los ríos desembocan en los mares donde ambas aguas se comunican.
No pueden estancarse, sino que deben luchar por superar los problemas, ir siempre a favor de la corriente, al igual que estas diosas batallaron siempre y se destacan entre los Orishas por sus inmensos poderes y el amor que profesan.
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