Enrique Hernández Armenteros o Enriquito, era conocido por sus cientos de amigos, por sus ahijados, por sus compañeros, en fin, por el pueblo de Cuba que lo tuvo en alto estima hasta sus últimos días, en el 2017, cuando dejó el plano terrenal y pasó a cuidar de todos aquellos que necesitan su guía.
Enriquito, hijo ilustre de Guanabacoa (municipio capitalino que lo acogió), sostuvo en alto a la cultura afrocubana y la colocó en el máximo escalón de su vida. Sacerdote bantú, que defendió sus raíces africanas y su religión de origen «El Palo Monte», legado maravilloso que le heredó su abuela conga.
Recorrió prácticamente todos los caminos de la afrocubanía y las raíces mítico-mágicas en la Isla, pues se inició en el Palo Monte, luego fue admitido en la sociedad Abakuá y finalmente fue consagrado en la Regla de Ocha, llegando a fungir como sacerdote de Ifá.
Enrique Hernández Armenteros, por la cultura afrocubana
“Una excelente persona, tuve la oportunidad de conocerlo personalmente y dio una gran contribución a su legado y enriquecimiento de la cultura afro en Cuba, en su legendaria Villa de Pepe Antonio, Guanabacoa y su barrio La Hata”
Así versa un comentario online sobre el legado de Enriquito, dando a entender la poderosa facultad de este hombre tan especial para guiar a los devotos y desarrollar la cultura afrocubana.
Y es que el Babalawo Enriquito trabajó siempre para unir a sus ahijados y allegados.
Su misión fue hacerles saber la importancia de la preservación y adecuada valoración de las raíces afrocubanas y lo necesario del reconocimiento universal del sistema de adivinación de Ifá y del complejo de la rumba, proclamados Patrimonio Mundial Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Se cuenta que a su entierro no solo acudieron devotos de las religiones afrocubanas, sino también personas de todo tipo, intelectuales, científicos, artistas, estudiantes, militares, vecinos…todos fueron a darle un último adiós a aquel que tanto hizo por su comunidad.
Tata Nganga
Enriquito, el sacerdote mayor de la santería cubana también conocido como Tata Nganga fue consagrado con el orisha Elegguá y a él se dedicó plenamente, la cubanía y amor por la religión la llevaba en las venas.
En su casa, poseía imágenes y atributos de orishas del panteón yoruba como Babalú Ayé, Ochún, Changó y Yemayá, aunque siempre defendió el «Palo Monte» como su religión de origen, la que llevaba en el corazón porque era la que más le gustaba.
Desde su comunidad, guiaba a todos los que necesitaban de su consulta y su guía, y a los que solicitaban ayuda espiritual, siempre diciendo que el que podía solucionar los problemas era el Orisha, él solo interpretaba sus designios.
Asociación Religiosa Afrocubana “Hijos de San Lázaro”
Enriquito Hernández Armenteros fue el fundador en 1957 de la Asociación Religiosa Afrocubana “Hijos de San Lázaro”, que sale desde el día 16 de diciembre en víspera de la celebración portando la imagen de San Lázaro o Babalú Ayé por las principales calles de Guanabacoa.
El amor, la fe y la devoción que se sienten en las calles de este religioso municipio cuando se celebra al Viejo Lázaro, tiene una carga tan poderosa de espiritualidad que se siente en el aire, un pueblo entero celebrando las bendiciones y agradeciendo de corazón al santo-Orisha que todos adoramos.
Este reportaje sobre la vida religiosa del gran Tata Nganga «Enriquito» y su legado a la religión afrocubana, nos transmite tanta religiosidad que sería imposible explicarlo en palabras, porque la vida de este gran hombre, no se cuenta, se siente.