El esclavismo en América dejó una huella imborrable para la humanidad.
Y Cuba, una pequeña isla bañada por el mar caribe, no quedó exenta de este suceso, pues fueron disímiles los navíos que proveyeran de esclavos a la mayor de las Antillas a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.
Los esclavos por su parte, traídos en contra de su voluntad padecieron en territorio nacional todos los desmanes que se desencadenaban a raíz de la privación de la libertad.
Cerca del 1850 comenzó a popularizarse la colocación de estatuas de esclavos fundidas en hierro y otros materiales pesados, a modo de decoración de ingenios, fincas y estancias, donde dichos hombres fungían como mano de obra no paga.
Dicha obra era a su vez una forma de especular la posición del hacendado, pues antiguamente mientras más esclavos se poseían mayores eran las riquezas ganadas y la fama del patrón aumentaba.
La Historia de la estatua del Negrito de Hierro
Cienfuegos fue la provincia que acunara a su llegada a Cuba la estatua del angelical niñito que representaba desde un punto de vista tradicional, a los esclavos nacidos en Cuba y a los tantos otros llegados en su niñez.
La inocencia de su rostro no advertiría a sus primeros dueños sobre los peligros que eclipsarían su vida desde ese entonces.
Algunos aseguran que la maldad que habitaba en el negrito era tal, que parecía ser un recipiente demoníaco.
Prefiero pensar que quizás en esta se concentrara toda la furia, el rencor, las lágrimas derramadas y la inconformidad de tener que servir a otros, de los negros esclavos que fueron masacrados y atropellados en la Isla.
En 1862 el señor José Ferrer dueño del ingenio Dos hermanos mandó a colocar la estatua del negrito en la entrada de sus dominios.
Corría la zafra azucarera de ese año cuando se desatase una rebelión en dichas tierras protagonizada por los esclavos.
Se dice de este suceso que el alboroto fue frenado a golpe de látigo y otros métodos de tortura, los que cobraron la vida a algunos negros y dejaron incapacitados a muchos otros.
Se especula que una de las madres de las víctimas, quien era una negra gangulera lanzara una maldición a la estatua de hierro para que los patrones pagaran cada gota de la sangre derramada de su hijo.
Y con esto desear para ellos la infelicidad que le había sido causada mediante su pérdida, la que debía multiplicarse con creces en la familia.
La maldición que siempre persiguió al negrito
Poco tiempo después, el ingenio quebró, quedándose los esclavistas devastados y en la ruina.
Luego la estatua fue a parar a la hacienda San Lino, de la que se presume se vinculaba con la familia Ferrer.
En unos meses la instalación sufrió un derrumbe que no cobró vidas humanas, pero causó graves estragos económicos.
Parque Alto fue el próximo destino del negrito de hierro, donde la estatua permaneciera por algunos años, a la larga el sitio también quebró, surgiendo ya rumores acerca de la malevolencia de la estatua.
Un recinto de interés cultural albergó por tres meses la estatua maldita hasta que un derrumbe pusiese fin al local, donde sobrevivieron varias piezas entre las que figuró la del negrito.
Una mujer aficionada a las bellas artes nombrada Guillermina Cáceres se convirtió en la albacea de la estatua, la que comenzó a desarrollar diversas dolencias, padecimientos que finalizaron al entregarlo a Francisco Morales.
Morales quien era un hombre de leyes no creía en supersticiones ni mitos populares, pero después de recibir mucha presión familiar accediera a entregar la estatua de hierro al museo municipal, donde reposa desde ese entonces.
A pesar de ser una de las mejores piezas museables, esta no recibe muchas visitas, solo los que desconocen su pasado se atreven a contemplarlo sin sentir la menor de las preocupaciones.