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Oración a las Once Mil Vírgenes ≫ Plegaria del desesperado

Oración a las 11 mil vírgenes

La Oración es un elemento de salvación y consuelo que ha empleado el hombre a lo largo de los tiempos con el fin de comunicarse con sus deidades, estableciendo con estas el contacto necesario en vista de que las mismas atiendan sus súplicas.

Este rezo posee gran poder, el que se multiplica si es pronunciado con fe.

Las once mil vírgenes asisten al desesperado y abogan por el cumplimiento de los anhelos imposibles.

Esta oración es válida en momentos difíciles donde se busca consuelo en Dios.

Culto a las Once Mil Vírgenes en Cuba.

La oración a las 11 mil vírgenes

El culto a las Once Mil Vírgenes en Cuba ha sido ampliamente difundido en búsqueda de ayuda ante las adversidades.

Este se ha visto reflejado en el argot popular a través de la frase:

A ti solo te salvan las once mil vírgenes.

La representación de las santas inmaculadas puede verse en cada iglesia del país donde reposan a la par que se les rinde homenaje.  

¿Cómo invocar a las Once Mil Vírgenes?

A las Once Mil Vírgenes se les debe rendir culto mediante la oración en los templos o desde el hogar.

Esta debe ser apoyada por la luz de la vela nacarada y las flores blancas especialmente las azucenas.

También se le puede colocar una copa transparente de agua en alto bajo la cual se escribirá el bien que se desea obtener.

Oración a las 11 Mil Vírgenes

Flores de azucena
Flores de azucena

Santísima Madre inmaculada de la luz y las milagrosas Once Mil Vírgenes, yo (mencionar el nombre de la persona que pronuncia la oración) postrado delante del trono de vuestra clemencia yo confuso por mis muchos y gravísimos pecados,

con sumo dolor mi corazón todos los detesto porque con ellos ofendí a tu santísimo hijo Dios y señor mío amabilísimo, a quien amo sobre todas las cosas y estoy resuelto a morir antes de volverle a ofender.

Tú, Señora mía, dígnate de admitirme, como el más íntimo de tus devotos y de tus hijos, debajo del manto de tu patrocinio y en el seno dulcísimo de tu maternal amor.

Porque yo señora mía y madre benignísima, todo me doy, entrego y dedico a ti como fiel hijo tuyo, ahora y siempre por toda la eternidad y te doy humildes gracias por los beneficios que he recibido y por males y peligros de los que he sido librado por el favor de tu misericordia y de las Once Mil vírgenes que te acompañan.

Haz, Señora Mía, te ruego por el amor que tienes a tus hijos que todos mis pensamientos, palabras y obras, todas mis adversidades y trabajos y toda mi vida y mi muerte sean siempre dirigidas por los méritos e intercesión según el beneplácito de Dios y su mayor gloria y a tu honor y obsequio y bien de mi alma. Amén.

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