Rezo a San Ambrosio ¡Padre Redentor perdone nuestras faltas y miserias!

San Ambrosio de Milán fue un obispo, teólogo y orador que destacó sobre sus semejantes por hacer derroche de bondad y comprensión sobre quienes acudían ante el en acto de secreta confesión.

Entre sus virtudes se encontró la fundación de la Iglesia Latina y la obtención del título de Doctor de la Iglesia Católica.

¿Para qué se invoca la oración del Santo Ambrosio?

San Ambrosio es un santo redentor, bajo su manto se obtiene la expiación de los pecados, buscando fomentar en el religioso la conciencia de la fe y el amor por la religión católica.

A través de este rezo el hombre entrega al salvador sus miedos, sus inquietudes regocijándose en su infinita misericordia.

Oración a San Ambrosio para arrepentirse de los pecados ante Dios

Señor mío Jesucristo, me acerco a tu altar lleno de temor por mis pecados, pero también lleno de confianza porque estoy seguro de tu misericordia.
Tengo conciencia de que mis pecados son muchos y de que no he sabido dominar mi corazón y mi lengua.
Por eso, Señor de bondad y de poder, con mis miserias y temores me acerco a ti, fuente de misericordia y de perdón; vengo a refugiarme en ti, que has dado la vida por salvarme.
Antes de que llegues como juez a pedirme cuentas, Señor, no me da vergüenza descubrirte a ti mis llagas.
Me dan miedo mis pecados, cuyo número y magnitud sólo Tú conoces; pero confío en tu infinita misericordia.
Señor mío Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre verdadero, mírame con amor, pues quisiste hacerte hombre para morir por nosotros.
Escúchame, pues espero en ti. Ten compasión de mis pecados y miserias, Tú que eres fuente inagotable de amor.
Te adoro, Señor, porque diste tu vida en la cruz y te ofreciste en ella como redentor por todos los hombres y especialmente por mí.
Adoro, Señor, la sangre preciosa que brotó de tus heridas y ha purificado al mundo de sus pecados.
Mira, Señor, a este pobre pecador, creado y redimido por ti.
Me arrepiento de mis pecados y propongo corregir sus consecuencias.
Purifícame de todas mis maldades para que pueda recibir menos indignamente tu sagrada Comunión.
Que tu cuerpo y tu sangre me ayuden, Señor, a obtener de ti el perdón de mis pecados y la satisfacción de mis culpas; me libren de mis malos pensamientos, renueven en mí los sentimientos santos, me impulsen a cumplir tu voluntad y me protejan en todo peligro de alma y cuerpo.
Amén.