Cuando un ser querido parte hacia otro mundo mejor, queda entre los familiares y amigos tristeza y aflicción por su partida, con el paso del tiempo esta herida va sanando y se aprende a convivir con ellos desde su condición de espíritu.
En los días próximos a la defunción se realiza un novenario al alma para que pueda hallar sin dificultades el camino hacia la luz.
Este rezo de Allan Kardec para los recién fallecidos en parte persigue el mismo objetivo, pero desde un ángulo más cercano y sentimental.
Oración para los recién fallecidos de Allan Kardec
Dios todopoderoso: que vuestra misericordia se extienda sobre esa alma que acabáis de llamar a vos.
Que las pruebas que ha sufrido en esta vida les sean tomadas en cuenta y nuestras oraciones puedan aliviar y abreviar las penas que tenga que sufrir aún como espíritu.
Espíritus buenos que han venido a recibirle y sobre todo vos ángel de la guarda, asistidle para ayudarle a despojarse de la materia, dadle la luz y la conciencia de sí mismo, con el fin de sacarle de la perturbación que le acompaña el tránsito de la vida corporal a la vida espiritual.
Inspiradle arrepentimiento de las faltas que haya cometido y el deseo de que le sea permitido el repararlas para activar su almacenamiento hacia la vida eterna bienaventuranza.
(Nombrar a la persona recién fallecida) acabas de entrar en el mundo de los espíritus y, sin embargo, estás presente entre nosotros, nos oyes y nos escuchas, porque no hay más diferencia entre tú y nosotros, que el cuerpo perecedero que acabas de dejar y que muy pronto será reducido a polvo.
Has dejado la grosera envoltura sujeta a las vicisitudes y a la muerte, solo conservas la envoltura etérea e imperecedera, si no vives por el cuerpo, vives en la vida de los espíritus y esta vida está exenta de las miserias que afligen la humanidad.
Tampoco tienes el velo que oculta a nuestros ojos el resplandor de la vida futura, de hoy en adelante podrás contemplar, nuevas maravillas, mientras que nosotros estamos aún sumergidos en las tinieblas.
Vas a recorrer el espacio y visitar los mundos con toda la libertad, mientras que nosotros nos arrastramos penosamente sobre la tierra, en la que nos retiene nuestro cuerpo material, semejante para nosotros a una carga muy pesada.
El horizonte del infinito va a desarrollarse delante de ti y en presencia de tanta grandeza comprenderás la vanidad de nuestros deseos terrestres, de nuestras ambiciones mundanas y de tantos goces fútiles con los que hacemos nuestras delicias.
La muerte es solo para los hombres una separación material de algunos instantes.
Desde el lugar del destierro en donde nos retiene aún la voluntad de Dios y sin olvidarnos de los deberes que tenemos que cumplir en la tierra, la seguiremos con el pensamiento hasta el momento que nos permita reunirnos a ti, así como tú te has reunido con los que te han precedido.
Si nosotros podemos ir a tu lado, tú puedes venir al nuestro, ven pues entre los que te aman y que has amado, sostenles en las pruebas de la vida, vela por los que te son queridos, protégeles según tu poder y calma sus pesares con el pensamiento de que eres más feliz ahora y la consoladora certeza de estar reunidos un día en un mundo mejor.
En el mundo donde estás deben extinguirse todos los resentimientos terrestres, que a ellos sean inaccesibles para tu felicidad futura, perdona, pues, a los que han podido hacerte algún agravio, para que ellos te perdonen el que tú puedas haberte hecho.