En la tribu Katabagma todos sus integrantes eran iniciados directamente en la Osha pues en esta cultura no existía el conocimiento sobre la Sagrada Regla de Ifá.
A diario se efectuaban las consagraciones sin contar tan siquiera con Olofin.
Olofin muy molesto decidió castigar con rudeza tales desacatos enviándoles como castigo el vicio y los males.
Pataki: Olofin envía un castigo a la tierra
A raíz de la llegada de los males a la tierra, Yemayá ordenó a sus hijos que le robaran a Kawó Silé un hermoso árbol, el que era la planta favorita del Orisha.
Ante tal crimen, Shangó lanzó una maldición sobre la tierra en la que embrujaba a todos los vientres, condenando a todas las mujeres a la infertilidad de forma perenne.
Se desata la ira de Shangó
No quedando conforme con tal castigo, convocó a su ejército con el fin de vengar el ultraje sufrido.
Y al desconocer de qué tribu provenían los ejecutores de la sustracción de su árbol, comenzó una sangrienta guerra contra todas las aldeas aledañas desatándose una feroz masacre.
Eshú quien presenciaba en silencio la destrucción de la raza humana decidió tomar conducta ante estos males y ponerles fin de una vez.
La intervención de Eleguá
Elegguá que observaba todo lo que acontecía convocó a los moradores de Katabagma a los cuales explicó que todas las desgracias que se acontecían sobre la tierra se encontraban relacionadas con la falta de licencia de Olofin sobre la religión, pues los mismos aldeanos no contaban con su bendición para acometer sus consagraciones.
Elegguá informó a los pobladores que Olofin lo había enviado a la tierra como profeta y que era su deseo que todas las tribus se unieran bajo una misma religión para de esta forma evitar conflictos mayores y que primara el respeto entre los hermanos religiosos.
Los aldeanos le comunicaron a Eshú que ningún ser humano podría penetrar en sus ceremonias religiosas sin antes haber sido consagrado en la regla de la Osha, hecho que el dueño de los caminos comunicó con prontitud a Olofin.
Olofin estuvo de acuerdo ante tal mandato por lo que prohibió la entrada al cuarto de santo a cualquier hombre o mujer que no estuviese consagrado en la santería, pero al ver que los conflictos aflorarían ante tal divergencia creó la Regla de Ifá colocando a Orumila como gran Oráculo y protector del secreto del destino de los hombres.
El sagrado culto a Orula
Desde ese día todos los religiosos acogieron la representación de Orumila en su hogar adorando un nuevo tipo de religión que abarcaba por completo al Panteón Yoruba, respetando los derechos de cada Orisha sobre sus hijos equitativamente, siendo Orula el santo encargado de designar cuál religioso debía ser consagrado bajo que ángel de la guarda.
Desde ese día identificó a sus hijos con su collar e ildé amarillo y verde, atributos que deberían respetar por sobre todas las cosas.