¿Quién me dará descansar en Ti? ¿Quién me dará que vengas a mi
corazón y le embriagues, para que olvide mis maldades y me abrace
contigo, único bien mío? ¿Qué es lo que eres para mí? Apiádate de mí
para que te lo pueda decir. ¿Y qué soy yo para ti para que me mandes
que te ame y si no lo hago te aíres contra mí y me amenaces con
ingentes miserias? ¿Acaso es ya pequeña la misma de no amarte? ¡Ay de
mí! Dime por tus misericordias, Señor y Dios mío, qué eres para mí.
Di a mi alma: «Yo soy tu salud.» Que yo corra tras esta voz y te dé
alcance. No quieras esconderme tu rostro. Muera yo para que no muera
y pueda así verle.
Así escribía San Agustín, encomendando su alma a Dios y pidiéndole que sanara todos los males.
San Agustín, su misión, biografía y pensamiento
Agustín de Hipona, fue filósofo idealista, teólogo y teósofo, conocedor de los más antiguos senderos del cristianismo. Escribió no solo oraciones y rezos, sino numerosas obras en las que abordaba a plenitud el rol del hombre y el inmenso poder de la fe en Dios.
Se reconoce, sobre todo, su obra «La ciudad de Dios», en la que Agustín desarrolló la concepción cristiana de la historia mundial, entendida en un sentido fatalista como resultado de la predestinación divina.
Se dice que a partir de lo que propone en el libro, se comenzó a divulgar la doctrina de la Iglesia que constituyó una poderosa arma en la lucha de los Papas contra los feudales seglares.
Y es que Agustín desde su nacimiento estuvo rodeado de fe. Él y todos sus hermanos recibieron una educación cristiana.
Su hermana incluso, llegó a ser abadesa de un convento y poco después de su muerte, San Agustín escribió una carta dirigida a su sucesora incluyendo consejos acerca de la futura dirección de la congregación.
Santa Mónica Bendita, Madre de San Agustín y su oración
Aunque al inicio de su vida y en sus años de juventud, San Agustín llegó incluso a vivir en lo que la Iglesia considera pecado, dígase de una unión fuera del matrimonio, por la poderosa influencia de su madre, Santa Mónica, cambió su manera de sentir y de pensar. Por ello a ella se le reza por la conversión de un hijo.
Oración a Santa Mónica por la conversión de un hijo:
A ti recurro por ayuda e instrucciones, Santa Mónica, maravilloso ejemplo de firme oración por los niños. En tus amorosos brazos yo deposito mi hijo(a) (mencionar aquí los nombres), para que por medio de tu poderosa intercesión puedan alcanzar una genuina conversión a Cristo Nuestro Señor.
A ti también apelo, madre de las madres, para que pidas a nuestro Señor me conceda el mismo espíritu de oración incesante que a ti te concedió. Todo esto te lo pido por medio del mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.
Cuando murió su madre, San Agustín regresó a África, deseando la vida de un monje, pero al llegar a Hipona, los rumores de su ya descubierta santidad hicieron que la congregación clamara por su ordenación como obispo.
Durante 34 años San Agustín dirigió esta diócesis y puso su talento al servicio de Dios y de las necesidades espirituales de aquellos a los que guiaba por el camino espiritual.
Así, escribió constantemente para refutar las enseñanzas de ese entonces y se le reconoció como una figura destacada del Cristianismo.
Escritura y pensamientos del Santo
San Agustín fue un escritor prolífico que enseñó a las personas a reconocer el poder de la fe y sobre ello escribió más de cien títulos separados, además de su famosa autobiografía titulada Confesiones.
Escribió además un gran tratado durante un período de 16 años titulado Sobre la Trinidad, meditando sobre este gran misterio de Dios casi diariamente.
Muy importante en su obra es Ciudad de Dios, escrita entre los años 413-426, y es una de las mejores obras de apologética con respecto a las verdades de la fe Católica.
Además, escribía pensamientos sumamente esclarecedores que hablan del amor y la fe, de la unidad de los hombres en torno a Dios, de la gracia del perdón y de la santidad.
Frases y pensamientos de San Agustín de Hipona:
Estos son algunos ejemplos muy populares:
- “Ama a Dios, y haz lo que quieras.”
- “Nada conquista excepto la verdad y la victoria de la verdad es el amor.”
- “El amor es la belleza del alma.”
- «La medida del amor es el amor sin medida»
- «Los hombres salen a hacer turismo para admirar las crestas de los montes, el oleaje de los mares, el copioso curso de los ríos, los movimientos de los astros. Y, sin embargo, pasan de largo de sí mismos».
- «Conocerse de verdad a uno mismo no es otra cosa que oír de Dios lo que Él piensa de nosotros».
- «El hombre bueno es libre, incluso cuando es esclavo».
- «Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad».
Oraciones escritas por San Agustín
En sus escritos, San Agustín sumó rezos a Dios, que indican la importancia de seguir el buen sendero de la vida y piden la protección y las bendiciones celestiales.
Estos son algunos ejemplos:
Voy de regreso a tu casa.
Y a ti me vuelvo para pedirte los medios
que me permitan acercarme a ti.
Si tú me abandonas, la muerte caerá sobre mí.
Pero tú no abandonas a nadie que no te abandone.
Eres el sumo bien, y nadie te buscó debidamente sin hallarte.
Y te buscó debidamente el que tú quisiste que así te buscara.
Padre, que yo te busque sin caer en el error.
Que, al buscarte a ti, nadie me salga al paso en vez de ti.
Sal a mi encuentro, pues mi único deseo es poseerte.
Pido tu clemencia que me convierta plenamente a ti y destierre de mí todas las repugnancias que a ello me opongan.
Y mientras llevo sobre mí la carga de mi cuerpo, haz que sea puro, magnánimo y prudente, perfecto conocedor y amante de tu sabiduría, digno de habitación y habitador de tu beatísimo reino.
Manda y ordena lo que quieras.
Con esta oración comienza San Agustín el libro de Las Confesiones. Invoca a su Dios y dedica a Él, el libro en que muestra la forma en que le rinde devoción.
Grande eres, Señor, y laudable sobre manera; grande es tu poder,
y tu sabiduría no tiene número. ¿Y pretende alabarte el hombre, pequeña
parte de tu creación, y precisamente el hombre, que, revestido de su
mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio
de que resistes a los soberbios? Con todo, quiere alabarte el hombre,
pequeña parte de tu creación. Tú mismo le incitas a ello, haciendo
que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para Ti y nuestro
corazón está inquieto hasta que descansa en Ti.
Oración a San Agustín, compuesta por Juan Pablo II
A San Agustín se le reza por la claridad, por la fe en los momentos más oscuros. Cuando la esperanza se nos agota y pensamos que estamos tocando fondo, le rezamos a San Agustín para recordar que la fuerza de la fe no tiene límites.
Así, el papa Juan Pablo II compuso una oración destinada a pedirle a San Agustín que siempre ilumine nuestro camino:
¡Oh gran Agustín, nuestro padre y maestro!, conocedor de los luminosos caminos de Dios, y también de las tortuosas sendas de los hombres, admiramos las maravillas que la gracia divina obró en ti, convirtiéndote en testigo apasionado de la verdad y del bien, al servicio de los hermanos.
Al inicio de un nuevo milenio, marcado por la cruz de Cristo, enséñanos a leer la historia a la luz de la Providencia divina, que guía los acontecimientos hacia el encuentro definitivo con el Padre.
Oriéntanos hacia metas de paz, alimentando en nuestro corazón tu mismo anhelo por aquellos valores sobre los que es posible construir, con la fuerza que viene de Dios, la «ciudad» a medida del hombre.
La profunda doctrina que con estudio amoroso y paciente sacaste de los manantiales siempre vivos de la Escritura ilumine a los que hoy sufren la tentación de espejismos alienantes.
Obtén para ellos la valentía de emprender el camino hacia el «hombre interior», en el que los espera el único que puede dar paz a nuestro corazón inquieto.
Muchos de nuestros contemporáneos parecen haber perdido la esperanza de poder encontrar, entre las numerosas ideologías opuestas, la verdad, de la que, a pesar de todo, sienten una profunda nostalgia en lo más íntimo de su ser.
Enséñales a no dejar nunca de buscarla con la certeza de que, al final, su esfuerzo obtendrá como premio el encuentro, que los saciará, con la Verdad suprema, fuente de toda verdad creada.
Por último, ¡oh san Agustín!, transmítenos también a nosotros una chispa de aquel ardiente amor a la Iglesia, la Católica madre de los santos, que sostuvo y animó los trabajos de tu largo ministerio.
Haz que, caminando juntos bajo la guía de los pastores legítimos, lleguemos a la gloria de la patria celestial donde, con todos los bienaventurados, podremos unirnos al cántico nuevo del aleluya sin fin.
Amén.