El malecón habanero intersección Industrias, ha sido testigo de una leyenda que por más de cincuenta años ha alimentado la curiosidad del visitante capitalino.
Hablamos entonces del emblemático edificio de los ataúdes, que fuese construido en el año 1954 a manos de una constructora que movida por muchas especulaciones diera vida a una leyenda popular.
Tan magnífica construcción consta de quince pisos, de estos, catorce ofrecen a la vista del arrecife citadino amplios balcones que por su diseño rememoran ataúdes.
Recuerdo que la primera vez que estuve frente al edificio una persona me comentó de la leyenda que había dado motivo a su fabricación.
Una historia que recogía los pedazos del corazón roto de una familia que había quedado marcada por la pérdida de un ser querido para toda la eternidad.
La historia de una joven que fue arrebatada a su familia por la furia del mar
El argot popular asegura que años atrás en la costa, justo enfrente de donde hoy se levanta el inmueble, la hija del propietario se había ahogado una tarde próxima a cumplir los quince años.
Por ende, el edificio poseía quince pisos, pero de estos solo catorce poseían balcón.
Siendo estas terrazas un merecido homenaje al amor filial que le había sido arrebatado a la familia por la furia del mar.
Está prohibido bañarse en el malecón habanero
Tan conmovedora historia ha sido contada de generaciones en generaciones y cada relator le añade un toque de misticismo desde su punto de vista.
Muchos mencionan que a raíz de este suceso fuese prohibido el baño en las aguas del malecón habanero, pero de esta legislación asociada al hecho poco se ha podido conocer.
Otras versiones sobre el diseño del edificio
Algunos escépticos se han pronunciado en contra de la leyenda urbana citando que los orígenes del diseño del edificio se encuentran relacionados a la posesión de un negocio funerario por parte de los propietarios del inmueble.
Mientras que otros afirman que lo que se deseaba enmarcar mediante los balcones eran las cabinas de los barcos.
Esto para dar la sensación al habitante de estar morando en el interior de un navío, razón por la que además había sido edificado tan próximo a las aguas costeras.
Lo cierto es que muchas abuelas aún en nuestros días niegan la posibilidad a sus nietos de jugar en esta zona.
Especialmente después de las seis de la tarde por temor a que estos se vean incursionados a sufrir el mismo destino que la joven protagonista de nuestro artículo.
Otras sin embargo al contar la historia se persignan deseando alejar tal infortunio de sus familias.
Lo cierto es que esta leyenda ha servido para alejar a los más pequeños del peligro que asecha el tránsito en la avenida, lo afilado del arrecife y la profundidad costera.
