Obatalá, padre paciente de Orishas y hombres, ha sido siempre alabado por su sentido de justicia y su forma de encontrar soluciones a los problemas de sus hijos. Es él uno de los Orishas más respetados por su sabiduría, antigüedad y su poder.
Mientras, Elegguá es aquel que tiene el poder sobre la fortuna, el sabio que abre los caminos y el guerrero imperioso. Pero es también es el Orisha travieso y fiestero, que puede cambiar la suerte a su antojo.
En sus manos posee la felicidad y la desgracia de los hombres, decide sobre su destino y los ayuda a cumplir la misión de cada uno de ellos en la tierra.
Veamos ahora, un patakí que realza algunas de las características de estos dos poderosos Orishas.
Patakí de Obatalá y Eleguá
Cuanta este patakí que en la tierra vivía Elegguá, quien adoraba las fiestas y los toques de los tambores, los bailes y las bebidas.
Pero Elegguá estaba triste porque sabía que en la casa de Shangó, el dueño del baile y el tambor, habría festejo de tambor el domingo y él no podía asistir porque no tenía dinero.
Así sumido en sus pensamientos estaba Elegguá cuando pasó el sabio padre Obatalá por allí y viéndolo tan triste le preguntó el motivo de su cara larga.
Eleguá le contó la razón de su tristeza y Obatalá le dijo entonces que le prestaría los tres pesos para que pudiera participar en la fiesta de Shangó, pero que debería devolvérselos trabajando en su casa a partir del lunes.
El orisha se puso muy feliz porque podría participar en la fiesta de Shangó y celebrar hasta más no poder como le encantaba.
Así que tranquilamente comenzó a trabajar el lunes en la casa de Obatalá. Sin embargo, transcurrieron semanas y luego meses en meses y Obbatalá no lo dejaba ir y nunca le decía cuando terminaría de pagar la deuda.
La consulta a Orula y la libertad de Eleguá
Un día Obbatalá se enfermó y ninguno de los remedios que probó le aliviaba aquel padecimiento. Entonces llamó a Orula, el adivino y consejero que transmitía el mensaje de los Dioses, para saber cuál era el problema.
Orula después de consultar le reveló que la causa de su enfermedad era que alguien estaba preso en su casa.
Obbatalá pensó durante un rato y se acordó de lo que había sucedido con Elegguá. Así que rápidamente lo mandó a buscar y le dio tres pesos y le dijo que había un güemilere (fiesta) en la casa de Shangó en el que debería participar.
“Puedes quedarte por allá; ya me pagaste con creces. Pero ven a verme de vez en cuando”, le pidió el anciano Orisha a Elegguá.
Este patakí nos recuerda el valor de la libertad y la necesidad de cumplir siempre una promesa.