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El nacimiento de Abita en Ogbe Otura ► ¿Qué dones le regaló Obatalá?

Pataki Abita

Cuando Olofin creó la tierra, nombró a Obatalá como rey de uno de sus dominios.

Este gobernaba sobre una tierra inundada de trampas, en ciertos momentos cuando el Orisha se fatigaba invitaba a ocupar el trono a uno de sus hijos, quien se alternaba la responsabilidad con su hermana menor.

Pataki donde Orula vaticina la llegada de Abita y otras desgracias

El hijo de Obatalá era un hombre de un carácter muy fuerte, respetado, con profundos conocimientos religiosos, mismas doctrinas que empleaba con el fin de contener el desastre que tenía lugar sobre la tierra.

Su hermana a pesar de su corta edad poseía también poderes sobrenaturales entre los que se encontraban el privilegio de poseer agudeza visual tanto de día como de noche.

Obatalá estaba complacido por los poderes que poseían sus hijos.

Un día el mayor de los descendientes del Orisha blanco vio a su hermana desnuda y comenzó a tener intereses impuros sobre esta.

Con el paso de los meses juntos procrearon y la mujer quedó embarazada.

Obatalá maldijo a sus hijos por la falta cometida

El hechicero temeroso de la reacción de su padre asistió a casa de Orunmila para que el Orisha de la adivinación les realizara un ebbó para librarse de la furia de Obatalá.

El gran adivino de Ifá al consultarlos les dijo que el hijo que tendrían sería Abita y que causaría muchos problemas.

Entonces el oráculo les realizó un paraldo para que Obatalá no se enfureciera al ver al niño.

Obatalá ya se había enterado de lo sucedido, lleno de cólera el Orisha tomó su Agogó y comenzó a maldecir a sus hijos y a esa tierra.

Cuando la mujer fue a dar a luz una sombra negra cubrió la tierra, entonces su marido fue a ver a Orula para que intercediera por la madre y su hijo, pero el sabio comprendió que ya era demasiado tarde.

El padre Obatalá se apiada de Abita gracias a Orula

Y como el curso natural no se detiene el neonato vio la luz del día y gracias al ebbó de Orunmila, Obatalá se apiadó de él y le ofreció los dones que en antaño habían pertenecido a su padre y madre.

Y además le dio la virtud de recurrir a la fuente del bien y el mal para nutrirse de ahí.

Desde ese entonces Abita fue rey en esa tierra de la cual su abuelo se retiró dándole la espalda a la falta cometida por sus hijos y se fue a vivir en paz en su castillo de marfil en lo alto de la loma.

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