Antes de que Olodumare derramara su virtud sobre la tierra esta era un territorio indefinido donde predominaban las llamas incandescentes y era nula la vida.
En su recorrido por estos parajes sintió tanto calor que mandó a buscar a Yemu, deidad primogénita de las aguas para que con sus poderes apagaran las llamas que sofocaban la tierra.
Tras una jornada difícil de trabajo la deidad marina había erradicado el fuego avasallador, pudiéndose visualizar por primera vez el silencio y el sosiego bajo las rocas.
El líquido sagrado corre sobre la tierra…
El agua, material derramado sobre la tierra corría sobre esta, ocupando los surcos que había creado el fuego.
Debido a lo angosto del camino el preciado líquido en algunos lugares se volvió salado mientras que en otros más cercanos y menos profundos continúo manteniendo su sabor dulce.
De esta forma se fue distribuyendo el agua equitativamente por toda la superficie, dando lugar este fenómeno al surgimiento de los ríos y los océanos.
Oroiña “el fuego” pide volver a dominar la tierra
No conforme con lo sucedido, Oroiña quien era la encarnación del fuego, que había sido recluido hacia el corazón de la tierra, solicitó verse con Olodumare para reclamar sus derechos.
El Orisha Supremo escuchó con atención sus demandas más no pudo acceder a lo que este deseaba pues el fuego exigía volver a dominar la tierra.
Tras largas horas de charla Olodumare accedió a liberar parcialmente a Oroiña permitiéndole manifestarse a través de determinados montículos de tierra, los que albergarían la lava ardiente en su interior.
Siendo esta la más acertada representación de su fuego el cual brotaría de las entrañas de la tierra.
Junto a Oroiña llega la muerte para los seres vivos
En los días en que la cólera de la deidad es desatada se puede oír su voz mediante el rugido que emite el volcán antes de entrar en actividad.
Con la erupción de Oroiña sobre la tierra llega la destrucción y la muerte para los seres vivos.
Oroiña comparte sus dominios con sus descendientes entre los que podemos citar a Aggayú Solá, santo que encarna el cuerpo del Volcán, deidad fuerte y majestuosa que no cree en segundas oportunidades.
Aggayú Solá y Oroiña unen sus fuerzas
Esta deidad y su padre se unen combinando fuerzas para castigar los actos inmorales e injustos, arremetiendo con fuerza contra los seres humanos que obran con el mal.
Mientras que ocurre todo lo contrario con las personas que se encuentran dispuestas a ayudar sin esperar nada a cambio a las que benefician con salud y fortaleza espiritual.