Orunmila el gran adivino de Ifá, es la deidad encargada de velar por el destino de los seres humanos.
El sabio Orisha atesora los avatares del hombre, los que cela con profundo arraigo, a la par que les ofrece a los mismos las soluciones para salir ilesos de las encrucijadas que la vida prepara sin previo aviso.
Orula es el santo que representa la inteligencia, haciendo valer el viejo proverbio que cita que las ideas son más poderosas que la fuerza bruta, pues mientras que la segunda declina con el pasar de los años, la primera se hace fértil con la llegada de los mismos.
El Oráculo de Ifá sobrepone la realización del bien por encima de todas las cosas, es uno de sus deberes para con Olodumare y el mundo el mantener el equilibrio entre las fuerzas sobrenaturales y la raza humana.
El sagrado Receptáculo de Orula:
Orunmila habita en un receptáculo de madera debido a que esta es su elemento natural por excelencia, de ahí el motivo de que su tablero y ékuele posean dicho material.
La madera lo conecta con el espíritu de la madre naturaleza, estableciendo al mismo tiempo un vínculo inquebrantable con Ozain, el Orisha protector de los secretos relacionados con las plantas.
La madera es el elemento natural a través del cual el Oráculo de Ifá se manifiesta.
La relación entre Orunmila y la madera se remonta al momento de su nacimiento cuando fue ocultado en las entrañas de un árbol por Elegguá, el santo dueño de todos los caminos con el fin de salvar su vida.
Tiempo después de ese mismo árbol obtuvo su primer tablero y su ékuele, a manos de Shangó, quien labró ambas piezas con el fin de que Orula las empleara en el don de la adivinación, beneficio que obtuvo y supo aplicar con justicia desde el primer día en que recibió su consagración en la sagrada Regla de Ifá, haciéndose acreedor de todos sus secretos.
Sobre el tablero de madera Orula trabaja realizando predicciones y ebbós con el fin de brindar ayuda a quien toca a su puerta.
Es un Orisha desinteresado pues jamás realiza un bien esperando nada a cambio.
Una de las cosas que el adivino no perdona es la traición y el egoísmo, pues considera que estos defectos requieren de una corrección, para que quien los padece escarmiente sobre sus actos en carne propia.