Las historias sobre apariciones en Cuba ocupan una parte importante dentro de la cultura y tradición de la pequeña Isla antillana, donde muchos de los entes paranormales eligen el monte como escenario para desarrollar sus ensoñaciones paganas.
Tal es así que desde hace más de cien años solo los desesperados deambulan a altas horas de la noche en los sitios más desolados, quienes describen su vagar por estos parajes con la sensación de poseer piel de gallina o llevar los pelos de punta.
El niño del diente largo es uno de los espectros más famosos de Cuba, muchas personas hoy día confirman haber tenido un encuentro con esta entidad, donde quedan perplejos por su terrorífico aspecto.
De este modo de boca en boca su leyenda ha transcurrido durante generaciones, permaneciendo prácticamente inalterable por la mano del hombre.
Los misterios que rondan al Niño del Diente Largo
Se narra a través de esta el recorrido que hacía un campesino a caballo durante una noche de la semana santa, el jinete venía cansado pues su faena había sido agotadora y aun le quedaba un largo tramo por recorrer hasta llegar a su casa.
El cielo se estremecía desde hacía unos minutos y amenazaba con llover, pero de igual modo el guajiro no desvió ni por un solo instante la urgencia del destino que perseguía su cuerpo cansado.
De repente en el trayecto escuchó a lo lejos un ruido peculiar.
A medida que se fue adentrando en el camino el sonido se fue haciendo más claro ante sus oídos, tanto así que llegaba a desesperarlo, se trataba del llanto de un niño que parecía estar desamparado y temeroso.
El hombre a caballo detuvo su marcha y se acercó a los arbustos del sendero para hallar a la criatura desprotegida.
Ya estaba lloviendo y los relámpagos imponían respeto hasta para el más valiente de los mortales.
Un engendro del demonio de terrorífico aspecto
De repente el pequeño se acercó al jinete, este no hablaba, hecho que le pareció raro al campesino, quien comprendió que quizás se debía al temor que sentía por la noche y el temporal.
En un abrir y cerrar de ojos emprendieron la marcha juntos y después de avanzar un tramo el campesino preguntó al niño que donde vivía.
Este quien ya había dejado de llorar permaneció en silencio.
El hombre en un intento por ayudarlo volteó en búsqueda de una respuesta y la imagen que vieron sus ojos lo marcó para siempre.
Abrazado a su cintura se encontraba un engendro del demonio, pues mientras el jinete lo miraba el diente que sobresalía a sus semejantes iba creciendo rápidamente, imagen que el diabólico acompañó de la frase ya puedo comer.
El hombre empujó al demonio de su montura y el caballo enloquecido se desbocó tirándolo al río.
A la mañana siguiente el hombre recobró la conciencia y tras llegar a su casa pudo advertir a sus familiares y amigos de lo sucedido.