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Alabanza a Dios: Una poderosa Oración Espiritista de Allan Kardec

Alabanza a Dios

La Alabanza a Dios es una oración espiritista compuesta por Allan Kardec, esta es la tercera de las plegarias que se pronuncia antes de dar comienzo oficial o hacer la apertura de una misa espiritual.

En este rezo se recogen muchos mensajes para con Dios y los espíritus.

Entre los que destacan el perdón de las faltas, la evocación para obtener la protección del Señor y de las almas que nos protegen y conducen nuestro camino hacia el sendero del bien.

Mediante este rezo se invoca la llegada a la reunión de los espíritus

A estos se les pide:

  • Fuerza,
  • desarrollo espiritual y
  • compasión.

Esta plegaria promueve la fe, la esperanza y la caridad y gracias a esta se produce un acercamiento del religioso con sus espíritus de cordón y familiares, mediante la ayuda del médium.

Alabanza a Dios de Allan Kardec

Evocamos con vuestra gracia Señor a los elevados espíritus de vuestra corte, dulce emanación de todo lo sublime, de todo lo grande y de todo lo infinitamente bueno, santo y justo.

Espíritus elevados por vuestras virtudes a tan alto grado de perfección y de dicha en donde se recibe la misión directa del omnipotente, para que lleguen a nosotros los efectos de su paternal amor.

Mensajeros de la divina palabra, acercaos a nosotros por caridad porque os llamamos con toda la efusión de nuestras almas, para que transmitáis al señor nuestros humildes cánticos, purificados con el acrisolado ambiente de nuestra gloria, que vibre en nuestros corazones con suave emoción el eco de vuestras voces angelicales, cuyas melodías se ocultan a nuestro aprisionado espíritu y nuestros sentidos groseros, acostumbrados a los desacordes acentos de toscas lira no pueden concebir la belleza de vuestras armonías.

Glorifiquemos al señor por cuya misericordia empezamos a gozar en esta morada de destierro la luz de la verdad, la esperanza de su amor y el incomparable abrazo de su cariño paternal, decidle que deseamos el don de sufrir con paciencia nuestras pruebas, porque su bondad infinita nos ha hecho comprender su gran sabiduría y nuestra saludable misión en este mundo. Gracias por tan grandes beneficios.

Guiadnos espíritus enviados del señor, esclareced nuestras almas, iluminada con vuestro saber el escabrosos camino de nuestra vida, resplandezca en la antorcha de la verdad, para que nuestras almas se purifiquen con nuestras benévolas influencias y terminada nuestra merecida peregrinación, nos conduzcáis como a sencillas palomas al trono del rey de reyes a pedirle perdón por nuestras faltas y cantar con vosotros sus alabanzas.

A continuación, rezar un Padre Nuestro, un Ave María y una Gloria.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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