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Ogbe Otura: El ékuele se amarra con cadena con la bendición de Olofi

ékuele Ogbe Otura

Cuando Olofin creó al mundo no existían las leyes, el respeto era nulo y las personas y los animales vivían según su voluntad sin importar si dañaban a otros con sus acciones.

Se desataban guerras por cualquier motivo y los artículos de pequeño o gran valor eran sustituidos por sangre y disgustos.

Tal era así que las hierbas malas inundaban los campos afectando los cultivos y las aguas albañales infectaban los depósitos potables.

Nadie se preocupaba por mejorar la situación existente o tan siquiera por poner un poco de orden sobre el plano terrestre.

Pataki donde el caos reinaba en la Tierra y la sabiduría de Orula la salvó

Olofin al percatarse de este suceso y sintiéndose frustrado por el fiasco de su invención se internó en el monte llevando consigo una cabeza de venado y una cabeza de carnero.

Acto seguido a esto, envió a uno de sus emisarios a buscar a Elegguá y a Kawó Silé.

Orunmila quien había sido el indicado para buscar a los Orishas, se sentó sobre la estera y comenzó a mirar a Olofin marcándole la realización de un ebbó.

Posteriormente le ofreció una parte de las cabezas a Elegguá y a Shangó y los envió al pueblo.

El gran adivino de Ifá le siguió los pasos colocándose la cabeza de venado sobre su gorro y lanzando la cabeza del carnero hacia delante.

La gente del pueblo al verlo llegar disfrazado y bailando le cogieron miedo y pensaron que era algo malo, por lo que corrieron a sus casas a resguardarse de la amenaza.

Shangó y Elegguá explicaron al pueblo que:

La única manera de ahuyentar al ser aparecido era ordenando sus vidas y acatando con respeto la palabra de Olofin y de Ifá.

Comprometiéndose a guardar la disciplina y a poner un alto permanente a las guerras.

Orunmila complacido por los resultados de su obra, corrió a informar a Olofin sobre los nuevos acontecimientos.

Los Orishas Shangó y Elegguá agradecen al adivino con el ékuele

Shangó y Elegguá agradecidos por la actitud de Orunmila elaboraron para él un obsequio que haría su arte de la adivinación un poco más cómodo y efectivo.

Para la confección del novedoso regalo emplearon algunas semillas y fragmentos de las cabezas de carnero y venado, las que picaron de manera uniforme y posteriormente fueron pulidas para que se vieran brillantes.

Como último requisito necesitaron unas cadenitas de metal para unificar todos los elementos y una vez estuvo terminado el artículo nombrado ékuele, recibió la bendición directa de Olofin.

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