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En Ika Ejiogbe la maldad atormentaba a Eshú y la presencia de Ifá lo salvó

Eshú en Ika Ejiogbe

En las noches Eshú no podía conciliar el sueño, el descanso era un lujo que el joven Orisha no lograba conseguir, pues al cerrar sus ojos comenzaba a sentir dentro de su hogar presencias negativas que lo perturbaban impidiéndole tan siquiera guardar reposos en el lecho.     

La maldad cada noche encontraba la diversión en trastornarlo, provocando en él, la sensación de agobio fomentada mediante la presencia de visiones, el susurro de voces y la inquietante manifestación de las sombras a través de su ventana.

Pataki donde Eshú pudo ahuyentar las perturbaciones gracias a Orula

La casa de Eshú se encontraba provista de la sombra proveniente de una planta de laurel, debajo de la cual el Orisha se sentaba a meditar sobre su pena.

Pero al hacer la noche las perturbaciones volvían y se veía obligado a abandonar su cama, a encender todas las luces y a volver a cerrar una por una sus ventanas, las que quedaban desprovistas de seguridad cuando la maldad penetraba dentro de su casa.

Un día cansado de tanto sufrimiento partió hacia casa de Orunmila para arreglar la situación que tanto lo atormentaba.

Orula lo consultó marcándole el signo Ika Ejiogbe, a través del cual el Orisha sugería la realización de un ebbó, que entre tantos ingredientes requería la búsqueda de numerosas hierbas como:

  • El laurel,
  • el Atiponlá,
  • la verdolaga y
  • el algodón.

Eshú hizo ebbó y la envidia se alejó de su morada

Una vez Eshú consiguió todos los elementos requeridos, el oráculo de Ifá viajó hasta su casa para propiciarle la ceremonia donde expulsarían de una vez y por toda la maldad que tanto lo perturbaba.

Orula tomó las hierbas y empezó a trabajarlas, después de rezarlas y aplicarles algunas ceremonias indicó a Eshú que:

Las colocase en la cabecera de su cama, para de esta forma ahuyentar definitivamente todas las perturbaciones existentes.

Luego el adivino le indicó un baño con un omiero realizado a base de las mismas hierbas empleadas en la ceremonia anterior y le realizó una limpieza en el hogar.

Desde esa noche la maldad nunca más volvió a molestar a Eshú y este pudo descansar plácidamente sin verse obligado a abandonar nuevamente su cama durante las noches.

La maldad continuó rondando la casa del Orisha pues le tenía envidia y esta era la verdadera razón por la que lo molestaba, pero al verse tentada a entrar reconocía la presencia de Ifá mediante el ebbó de Orunmila y salía huyendo sin más del lugar.

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