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Dice Ifá «La sombra de la conciencia perseguirá a los asesinos»

Pataki Obbatalá

Obatalá el Orisha blanco poseía dos hijos a los que quería de igual forma, siempre procuraba dar a ambos los mismos beneficios para que no se sintieran celosos uno del otro.

Es preciso destacar que ambos hombres eran dueños de una acaudalada fortuna, además habían sido bendecidos con la virtud de su padre quien auguraba en ellos un futuro prometedor.

Pataki: Obbatalá y sus dos hijos bendecidos

Cierto día el hijo mayor se sintió opacado por el brillo de su hermano quien se desenvolvía con mayor fluidez en la vida y en un acto desenfrenado de envidia decidió ponerle fin a su vida, pues no soportaba quedar por debajo de nadie ya que su ego solo le permitía ser el mejor en todo, aunque la realidad fuese diferente.

En el justo momento en el que el primogénito acometía el terrible acto, una gallina que se encontraba anidada en el pantano donde ambos vivían, fue la única testigo en presenciar los hechos.

Desde ese día el animal comenzó a atacar al hombre por doquier que se encontrase, luego de arremeter contra su víctima, el ave salía huyendo lejos de su alcance.   

Al paso del tiempo Obatalá se preguntaba por el paradero de su hijo menor a lo que su hermano respondía desconocer sobre el asunto.

El Orisha comenzaba a sospechar que algo no andaba bien, pues su segundo descendiente era muy apegado a él y jamás se hubiese alejado por tanto tiempo de su hogar sin dar una explicación a su padre.

El único testigo: la gallina

Cada vez que Baba salía con su hijo observaba que la gallina arremetía contra él con gran furia.

Este hecho llamaba notablemente su atención, por lo que decidió ir a hablar en secreto con la gallina para que esta le explicase el porqué de su actitud.

Cuando el Orisha estuvo frente a la gallina esta se negó a hablar, más condujo por un paraje angosto a Baba posicionándolo oculto entre las hierbas nacientes del pantano.

El castigo «la sombra de la conciencia»

Fue entonces que Obatalá vio acercarse a la orilla del pantano a su hijo mayor, el que desconsolado lloraba y suplicaba mil perdones, este con gran dolor pedía la indulgencia de su hermano pequeño a quien confesaba haber asesinado por envidia.

Entonces el gran padre inundado en lágrimas pudo comprenderlo todo, desde ese día su corazón se quebró pues la muerte de su hijo a tan temprana edad había sido un duro golpe para su persona.

Fue entonces cuando Obatalá castigó a su primogénito lanzando la sombra de la conciencia de forma perpetua sobre su pensamiento.  

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