Relata Ifá que existió una vez un rey que gobernó con justicia e inteligencia durante muchos años.
Este buscaba transmitir a sus discípulos enseñanzas que los hiciesen forjarse como hombres de bien.
En secreto el rey preparaba a sus alumnos para cuando llegase el momento uno de estos ocupase su trono y guiase de manera acertada al pueblo hacia un futuro próspero.
Pataki: El que no hace ebbó y tiene mala conducta cae en desgracia
Entre estos destacaba un hombre muy sabio, que era consejero del monarca, una vez a través de él el rey emitió un comunicado al pueblo donde les decía que:
Quien cometiese un crimen lo pagaría con su vida dando ojo por ojo y diente por diente por el perjuicio ocasionado.
Orden que el pueblo escuchó y aceptó sin reclamar.
Otro de los discípulos del rey era un individuo ambicioso, que había anhelado a lo largo de su vida llegar a ser soberano y obtener grandes riquezas sin importarle a quien dañaba por el camino.
Entre muchos oficios este hombre se dedicaba al comercio donde exportaba todo tipo de artículos, generándole abundantes ganancias, retribuciones que a su entender no eran suficientes.
El que no respeta la palabra de Ifá no alcanza su destino
Una mañana, movido por la curiosidad, el comerciante visitó al consejero del rey para que lo orientase.
Este, quien era sacerdote de Ifá lo registró, indicándole la realización de un ebbó para sentar la cabeza, debido a que se avecinaba un peligro que podía estar relacionado con la toma de una mala decisión.
Pero como este hombre no tenía fe decidió no realizarse la ceremonia pues estaba convencido que no necesitaba de la ayuda de ningún poder divino para determinar sus propios asuntos.
Al salir de casa del Oluo fue riéndose por el camino al recordar las palabras del sabio donde este le decía que:
Debía aprender a conformarse con lo que la vida le había dado.
Un día cansado de esperar y deseoso de poder, el comerciante comenzó a organizar una revuelta para derrocar al rey y asumir el mandato del reino, pues este creía que merecía ese honor.
El que incumple tarde o temprano paga ante la justicia divina
En el momento señalado por el cabecilla se desataron las manifestaciones y entre opiniones encontradas y forcejeo, el comerciante hirió de muerte a unos de los soldados del rey.
En medio de todo el caos lograron hacerlo prisionero y llevarlo ante la justicia para que pagara su fechoría.
El comerciante negó los cargos y se declaró inocente, pero las pruebas en su contra eran irrefutables.
Como el hombre con su dinero había comprado a parte del pueblo, el Babalawo se vio en la necesidad de dotar de vida al difunto por unos segundos para que este mismo declarase inculpando al verdadero asesino.
De esta forma el comerciante por su ambición fue ejecutado pagando con su vida el alto crimen del asesinato del soldado.